ORACIÓN: “El Rey está cautivado por tu hermosura; ¡Él es tu Señor! ¡póstrate ante Él!”
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: nuestro saludo es tan efusivo debido a que, aun en nuestro sueño estuvimos ante tu presencia y meditamos contemplando cómo te cautivaste por la hermosura de nuestro ser, ¡obra y talento de tus dedos divinos!
¡Espejo en el que te reflejas en todo tu esplendor! ¡Causa por la que tuviste que sacrificar a tu propio hijo amado desde el principio de los tiempos!
¡Cuánto es el valor que encerramos en nuestro ser, aunque inferior un poquito a tus ángeles, pero llenos de gloria, de poder y de honor!
Padre Santísimo: Tu amadísimo hijo, al ver la ineficacia de la Ley para salvar y redimirnos, entró en nuestro mundo exclamando y proclamando ante todo el universo:
Padre Santísimo: “¡Veo que a ti no te complacen ni los sacrificios ni las ofrendas! Tú, me has preparado un cuerpo para ofrendártelo en vez de los holocaustos sacrificiales para redimir el pecado de Adán y su descendencia.
ORACIÓN: “El Rey está cautivado por tu hermosura; ¡Él es tu Señor! ¡póstrate ante Él!”
¡Aquí me tienes, oh Padre Santísimo, para hacer tu divina voluntad! En este nuevo pacto, se vivirá de la fe y del efecto de la gracia, porque desde ahora, tú mismo lo confirmas, porque yo pondré mi Ley en su corazón y la escribiré en su mente.
¡Nunca más me acordaré de sus pecados y maldades! Es por ello que declaro que ¡ya no hay necesidad de ofrecer ningún otro sacrificio por el pecado ancestral!
Padre Santísimo: Hoy venimos a ratificar y a hacer una profesión de fe en LA SANGRE DE CRISTO, que nos imprime el valor, el derecho y la plena confianza para entrar al lugar Santísimo de tu morada, justo por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina que de ti nos separaba.
Allí es donde vemos a tu hijo, cual sumo sacerdote que está para que al acercarnos con un corazón sincero y totalmente convencido de que nuestra fe en él, ¡ya nos ha purificado, ya nos ha justificado, nuestra conciencia ya se encuentra limpia y libre de todo reproche.
Aún nuestro cuerpo ya ha sido lavado con esa agua del bautismo que nos ha revestido de su divinidad
Ya es hora de mantenernos firmes en la esperanza que profesamos, porque Cristo, tu hijo amado, es fiel a su promesa. Llegó el momento de ocuparnos los unos por los otros, de amarnos los unos a los otros para confesar a una sola voz una sola fe y una sola esperanza.
Ya es hora de congregarnos, porque el final de los tiempos está más cerca de lo que imaginamos. ¡Vamos a fructificar y no a quedar como la higuera que solo tenía hojas!
Padre Santísimo: Ante esta prueba de tu increíble amor por nuestra extraordinaria belleza y el gran valor de nuestros ser, no nos resta más que agradecerte y pensar que en nosotros jamás debe existir el deseo de la venganza, porque solo tu hijo será el justo Juez de las naciones y quien la ejerza.
Padre Santísimo: Hoy pensamos en ¡Cuán aterrador es caer en tus manos, oh Dios viviente! Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+