En la Basílica de San Pedro, León XIV vincula el mensaje guadalupano con los desafíos globales y pide unidad frente a un mundo dividido
Ciudad del Vaticano.— En una homilía cargada de simbolismo y preocupaciones pastorales, el papa León XIV presidió la tarde de este viernes la Santa Misa por la Fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, subrayando que el mensaje maternal de la Morenita del Tepeyac sigue vigente en un mundo marcado por la polarización, la violencia y el desencanto espiritual.
El Papa partió del célebre mensaje de consuelo revelado a san Juan Diego —«¿Acaso no estoy yo aquí que soy tu madre?»— para proyectarlo sobre los conflictos contemporáneos. Aseguró que esa voz hoy interpela a una humanidad golpeada por “injusticias y dolores que buscan alivio” y recordó que la maternidad mariana sigue siendo “promesa de fidelidad divina” para millones de creyentes.
Un llamado a redescubrir la filiación y asumir responsabilidades
Al profundizar en el papel de María, el pontífice destacó que reconocerse hijos bajo su amparo implica un compromiso: “Quien escucha ‘yo soy tu madre’ recuerda que al ‘aquí tienes a tu madre’ de Jesús corresponde también un ‘aquí tienes a tu hijo’”. Desde ahí invitó a los fieles a preguntarse qué significa vivir como hijos que responden a esa maternidad, confiando en que María —fiel a su misión— siempre conducirá hacia Cristo.
“Queremos ser auténticos hijos tuyos”, expresó León XIV, elevando una oración personal en la que pidió a la Virgen sostener la fe de quienes atraviesan momentos de oscuridad. “Haznos comprender que contigo, incluso el invierno se convierte en tiempo de rosas”.
Intercesión por las naciones y un mensaje contra la confrontación
En uno de los momentos más destacados de su homilía, el Papa dirigió una súplica por los pueblos del mundo. Exhortó a que ninguna nación “divida la historia en bandos irreconciliables” y advirtió sobre las consecuencias del odio y la mentira en la vida pública. Pidió especialmente que los gobernantes ejerzan la autoridad “como servicio y no como dominio”, cuidando la dignidad humana “en todas las fases de la vida”.
El pontífice extendió su plegaria hacia los jóvenes, a quienes animó a resistir las presiones de un mundo que “los empuja en otra dirección”. Solicitó a la Virgen protegerlos de amenazas como la violencia, el crimen organizado, las adicciones y la falta de sentido existencial.
Puentes hacia los alejados y unidad dentro de la Iglesia
León XIV dedicó también un espacio a quienes se han distanciado de la Iglesia, pidiendo a la Virgen que “derribe los muros que nos separan” y devuelva a esos hijos “a casa”, incluso donde la mirada humana ya no alcanza. En un mensaje implícito a la comunidad eclesial, recalcó que dentro de la Iglesia “no podemos estar divididos”, un llamado directo a superar tensiones internas y trabajar por la comunión.
Familias, educadores y clero: pilares que requieren renovación
El Papa pidió a María fortalecer a las familias para que sean “escuelas de fe” y modelos de ternura y firmeza. También pidió por quienes educan a niños y jóvenes, para que transmitan la verdad evangélica con claridad y sensibilidad.
En cuanto al clero y la vida consagrada, solicitó que los sostenga frente al cansancio, las tentaciones y el abatimiento, y que renueve en cada uno “el amor primero” que los llevó a consagrarse.
El Papa se encomienda al amparo de la Guadalupana
Hacia el final, León XIV retomó la figura de san Juan Diego para recordar que los creyentes son “servidores” del mensaje evangélico, no sus dueños. Encomendó a la Virgen su propio ministerio, pidiendo que lo mantenga firme en el camino que conduce a Cristo y que lo ayude a usar “las llaves del Reino” para aliviar las miserias humanas.
Con un tono profundamente espiritual y pastoral, la homilía del Papa León XIV convirtió la celebración guadalupana en un espacio para reflexionar sobre los desafíos globales, el papel de la Iglesia y la necesidad de reconstruir vínculos en un mundo marcado por la fractura y la incertidumbre.
