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Gente inconforme o división morenista

Gente inconforme o división morenista

Gente inconforme o división morenista
Por José García Sánchez

Lo que algunos llaman división en Morena para otros es gente inconforme, que, en este caso, el más sonado fue el de Ebrard, quien trató de hacer de su inconformidad un movimiento interno, o en el mejor de los casos, una primera tribu que iniciara la verdadera división. La claridad en la explicación de las encuestas para la selección de candidatos a las gubernaturas no sólo dejó satisfechos a los perdedores sino que los unificó.

Cualquier crítica a Morena de parte de sus militantes los simplistas, a veces bien intencionados, suelen hablar de división, rompimiento, dimisión y hasta desbandada. Nada de eso ha sucedido. La falta de costumbre en la política nacional. La expresión externada de disentir sobre la dirección que toma un partido, se interpreta no sólo como diferencias aisladas o comunes que pueden curarse con un debate, sino como un peligro de desaparición del partido, tratándose de Morena. La tradición en los viejos partidos políticos es la uniformidad de criterios que en algunos casos puede llamarse autocrítica y hasta libertad de pensamiento.

La diversidad del origen de los militantes de un movimiento como Morena, es muy diferente al de un partido político. El movimiento abarca mayor diversidad de integrantes, amplitud de posturas, variedad de ideas políticas, pero también, debe tomarse en cuenta, que cuenta con un líder que está por arriba del dirigente nacional del movimiento. Es decir, lo que se ha dado en llamar un líder moral, que en este caso es Andrés Manuel López Obrador, cuya sombra arropará ésta y las siguientes elecciones, incluso después de su muerte.

La esperanza de una división en Morena es una especie de búsqueda de identidad para quienes se consideran críticos del sistema, autónomos y hasta intelectuales, con el fin de ser diferentes y encontrar en este punto de vista atención y reflectores.

La oposición, por su parte, está atenta a todo tipo de crítica desde dentro con el objetivo de llamarla, de inmediato, disidencia, división e, incluso rebeldía que puede no sólo salir de Morena sino fortalecer otro partido con sumándose a él o, lo que es todavía más fantasioso, crear un nuevo partido.

Las expectativas sobre la ruptura de Morena son muchas y muy variadas que en términos reales se ha mantenido, a pesar de que desde afuera toda inconformidad es llamada división, enfrentamiento, sabotaje, etc.

La expectativa de quienes esperan división se convirtió en esperanza, cualquier otro partido, con la diversidad de militantes como Morena ya hubiera tenido grupos identificados como disidentes internos, o sectores, con por lo menos mil personas, con líder propio que, por el momento no existen. La desesperación interna de algunos líderes que quieren formalizar su tribu, que nunca llegan a esa cantidad de personas, se han quedado en el intento y se han apagado antes de darse a conocer como tal.

Más allá de la sorprendente cohesión de Morena en tiempos críticos está también la posibilidad de grupos que quieren convertirse en tribu para después unirse a otras fuerzas antagónicas y convertirse en grupo de presión para lograr espacios, tal y como lo hiciera en su momento Marcelo Ebrard. Quien llegó a la encrucijada de que no tenía razón para quedarse en Morena, ni tenía a dónde ir.

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La dinámica del partido en el poder, a pesar de haber descuidado una serie de trabajos que le son propios como la solidaridad internacional, la cultura, el deporte, la creación sólida de cuadros, etc., mantiene la solidez como partido y movimiento, y, la cohesión como partido en el poder, lo cual no había logrado ni el PRI en sus mejores tiempos. Luego de los nombramientos la división no se hacía evidente pero se traducía en votos de castigo. La uniformidad de criterios que impuso el PRI a sus militantes reventó hasta convertirse en el remedo de partido político que ahora es.

No hay, hasta el momento en Morena ni líderes que creen tribus, ni tribus que puedan dividir. Eso es lo más grave para los partidos de oposición, cuya unidad está prendida de alfileres y, por si fuera poco, muestran su pobreza de militantes, votos, líderes, cuadros, etc.

Quienes ven en la división de Morena como su prioridad utópica, no saben diferenciar entre inconformidad individual y división generalizada. No es una cuestión numérica sino de percepción mal intencionada.

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