ORACIÓN: “En tus manos encomiendo mi espíritu”
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: en este despertar, escuchando las penas que embargan a nuestros hermanos y amigos, este saludo que te presentamos es a la vez una súplica, porque nuestro amor fraternal nos lleva a no dejar de orar para que ellos reciban de ti un grato consuelo que los haga poner toda su confianza, toda su esperanza y hasta su propio espíritu en tus manos divinas.
Padre Santísimo: ya muchos de nuestros amigos y hermanos están bastante bien, pero hay otros que parece que más se han hundido en las tinieblas de la incertidumbre, ya casi pierden su fe y ya no ven algo de esperanza, porque han entrado en una fase de abandono, de decepción, de quebranto, de soledad y de inanición.
Se sienten olvidados de tu mano, han entrado en una tremenda depresión, ya casi no respiran ni anhelan nada… ¡Son cadáveres vivientes!
Nosotros, en cambio, acudimos a ti, Dios de nuestra salvación y día y noche clamamos delante de ti, porque sabemos que no apartas tus oídos de nuestra súplica y tu rostro se muestra siempre benevolente. Vemos cuántas calamidades hay en ellos que ya están al borde de la muerte.
Se han quedado sin fuerzas y ya casi son contados entre los muertos, porque fueron arrebatados de tu mano
Te invocamos, Padre Santísimo y a ti levantamos nuestras manos, clamando con todo el poder de nuestra oración: ¿Acaso entre los muertos no puedes hacer maravillas? ¿Pueden los muertos levantarse para darte gracias? ¿
Acaso en el sepulcro se habla de tu gran amor y de tu fidelidad en el abismo destructor? ¿Acaso en las tinieblas se conocen tus maravillas o tu justicia en la tierra del olvido?
Te rogamos, Padre Santísimo, que los ayudes; por la mañana nuestra oración llega ante tu presencia. ¿Por qué los rechazas, Señor? ¿Por qué escondes de ellos tu rostro? Ya han sufrido desde su juventud; muy cerca están de la muerte.
Les has enviado terribles sufrimientos y ya no pueden más. tu ira se ha descargado sobre ellos; tus violentos ataques los han acabado.
Todo el día los rodean como un inmenso océano; los han cercado por completo
Les has quitado amigos y seres queridos; ahora solo tienen amistad con las tinieblas. Padre Santísimo: nosotros, que te conocemos y tenemos puesta nuestra esperanza y toda nuestra confianza en ti, te suplicamos que tengas piedad de ellos, porque son también la obra de tus dedos.
Ellos tienen impresa tu divina imagen y con tu ayuda, pronto recuperarán tu semejanza. ¡No los abandones a su suerte! ¡Ellos son nuestros hermanos, parientes y amigos!
¡Ellos merecen que los mires misericordioso, les perdones, olvides sus rebeliones y les manifiestes tu gran bondad! ¡Ellos tal vez solo balbucean tu nombre y el de tu hijo amado, pero eso es suficiente, porque al menos tienen en sus labios ese nombre bendito y omnipotente!
¡Haz que se levanten del polvo y vuelvan hacia ti! Es nuestro anhelo que tú los consueles, les concedas una nueva oportunidad, porque al ver que han sido levantados del polvo de la miseria y del abandono, los llevaremos a tu santuario para agradecerte.
Para alabarte, para experimentar el gozo del renacer nuevamente en ti y de recuperar ese aliento divino que los llenará de amor, de paz, de regocijo y de ánimo por recomenzar la etapa más gloriosa y más bella de su vida.
¡Ámalos, Señor! ¡Te pertenecen! ¡Deben ser arrebatados de las manos del enemigo! ¡No le pertenecen, porque Cristo los ha comprado con Su preciosa Sangre!
¡Bendito seas, Padre Santísimo y amorosísimo, por habernos atendido! ¡Sabemos que tu gran amor es igual a tu misericordia! ¡Jamás permitirás que tus hijos permanezcan en el fondo de la corrupción! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+