““Moisés se acercó a la densa oscuridad en la que estaba Dios, pero los israelitas se mantuvieron a distancia”
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
¡Recibe este saludo en esta madrugada, que además de lo oscuro de ella, los densos nubarrones la hacen mucho más temerosa, oh Padre Santísimo!
Padre Santísimo: de en medio de la oscuridad de este mundo, a ejemplo de Moisés, tu siervo, hemos venido, hacia ti, que eres la Luz.
No tenemos temor alguno a la negrura de esta noche, porque si nuestros ojos no tienen luz, tú eres la Fuente de la Luz que desvanece toda oscuridad y en tu luz veremos nuestra luz.
En el Monte Sinaí, Moisés se acerca confiado en verte a ti, sin tener temor a la densa oscuridad. Él estaba confiado que allá dentro de esas nubes que inspiraban terror se encontraba tu presencia divina.
Él estaba seguro de que este mundo y el universo todo estaba rodeado de una terrible oscuridad, pero en ella se encontraba la Luz divina que lo iluminaría y le infundiría la paz, la confianza y la seguridad.
Moisés no lo pensó para ir a tu encuentro penetrando las tinieblas, porque tú mismo lo llamabas y lo llenabas de valor para hablar cara a cara con él.
El pueblo de Israel sí que estaba temeroso y a distancia, porque el pánico los envolvía
Nosotros, Padre Santísimo, a ti hemos llegado porque tú mismo nos has atraído y tu voz nos ha llamado. Tú no has permitido que nosotros, tus siervos, tus hijos, tus amigos, seamos presa del temor, sino que quieres que estemos en ti, para que todo el poder tenebroso no nos cause mal alguno.
Los afanes de esta vida son los que nos siembran la duda y nos debilitan a fin de que no nos acerquemos a ti y en tu luz veamos todo lo que tú nos tienes reservado a fin de que nuestra existencia transcurra en la abundancia, en la generosidad, en la fe que nos hace agradables a ti y hace que todo cuanto anhelamos se convierta en una realidad jamás pensada.
Si nos mantenemos a la distancia sin acercarnos a ti, Padre Santísimo, seguiremos sufriendo la ceguera, la escasez, la pobreza y seremos gente que subsiste y está al borde de la más desgraciada de las miserias.
Gracias a tu llamamiento, a tu gran amor y a tu insistencia, estamos en el lugar correcto y con la esperanza puesta en ti, para que sin preocupaciones, sin afanarnos de nada, nos consideremos más afortunados que los lirios del campo. No nos afanaremos ni nos obsesionaremos acumulando riquezas materiales, porque tu mano providente nos proveerá de todo.
Sabedores de que cada día trae sus propias necesidades, pero viviendo intensamente el hoy, nos gozaremos porque Tú sales siempre a nuestra ayuda
Hoy te encomendamos todos nuestros afanes, porque tú nos sostendrás y no permitirás que jamás quedemos abatidos y caídos en desgracia.
Padre Santísimo: estamos conscientes de que para nosotros lo mejor es alegrarnos y hacer el bien todos los días de nuestra vida y que, también es un don divino el que comamos y bebamos disfrutando aun de nuestros afanes cotidianos, porque sabemos que de todo peligro, tú nos librarás y nos harás salir siempre victoriosos y bien fortalecidos. ¡Bendito seas, oh Dios de nuestros benditos padres! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+