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¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

: ¡Que magnífico despertar hemos tenido!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD! ¡Gloriosísimo despertar, tengas, Padre Santísimo en esta Epifanía!

Padre Santísimo: ¡Que magnífico despertar hemos tenido! Pasamos la noche pensando en ti y nos remontamos al principio de la creación.

El Agua ya existía, vimos al Espíritu Santo que la santificaba, la bendecía y la fecundaba. Nuestro origen está en el vientre materno donde nadábamos en las aguas benditas y nutritivas de nuestra madrecita.

Vemos que fisiológicamente, nuestro componente corporal es de un 60 % de agua, nuestro cerebro de un 70% la sangre de un 80% y nuestros pulmones de un 90 %, pero todas las células de nuestro organismo están llenas de agua.

Cuando creaste a Adán y le ordenaste poner nombre a cada animal ya sea terrestre, marino o volador. Se nos antoja pensar que, no fue una dificultad para Adán el estar sobre los aires, en medio del mar o en la superficie terrena.

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡Cuánta razón tiene tu hijo amado cuando condiciona la salvación del ser humano al nacer del agua y del espíritu! “—Te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, ¡no puede entrar en el reino de Dios!” (San Juan 3:5).

Volver a nacer es bautizarse como se debe, porque bautismo es INMERSIÓN para tener la dicha de volver a nuestra imagen inicial que era apta para vivir en el agua, en los aires y en la superficie de la tierra.

El bautismo nos lleva a la vivencia en el agua cristalina, santificada, bendita y vivificante que nos hace respirar el aliento divino y nos dignifica con ese fuego purificador que nos hace sentirnos y ser más semejantes a lo divino.

¿Qué no saldremos al encuentro del Señor en los aires? ¿Nos es ajena la misma presencia de Cristo en los aires? ¿No fue Él quien vino de los Cielos? ¿No ascendió por los aires a la casa de Su padre celestial? ¿Qué no dijeron los ángeles que, así como se le vio partir, así se le verá regresar con gran poder y majestad?

¿No vimos a tu hijo amado, sin preocuparse ante las tempestades en medio del mar?

¿No le vimos dar órdenes a Sus discípulos para arrojar las redes a la derecha de la barca? ¿No le vimos dando orden a San Pedro para que fuera al mar, sacara un pez y extrajera de su boca una moneda para pagar los impuestos de ambos?

¿No le vimos predicar desde la barca de San Pedro? ¿No le vimos caminar sobre las aguas tormentosas? En esta divina epifanía, vamos a hacer lo que él hizo, porque nos urge tener su forma de pensar, su forma de vivir y su forma de actuar ante las más variadas circunstancias de la vida.

El temor es nuestro principal enemigo que nubla nuestra mente. Es por ello, que, en el nombre de Cristo, ¡lo arrojamos al mismo abismo!

La poca fe la incrementamos traducida, en seguridad, en certeza, en confianza plena, en visualización y gozo de todo lo bueno, ¡lo excelente y maravilloso que está por aparecer ante nuestra mirada!

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Padre Santísimo: ante el misterio del RÍO JORDÁN, nos postramos, Trinidad Santísima.

te adoramos, te reconocemos, te alabamos y sometemos toda nuestra vida, porque desde ese bendito Río, renovamos nuestro bautismo con Cristo, de él nos revestimos, de él tomamos nuevo impulso, en él somos aprobados por tu voz omnipotente, en él participamos de la asistencia del Espíritu Santo, quien confirmará la certeza de tu Palabra y vivificará la nuestra.

Esas aguas benditas y vivificantes del Jordán harán aparecer en nosotros una fuente de aguas vivas que fluyan hasta la misma eternidad para gloria de la Trinidad y bien de todos los que nos rodean y escuchan de nosotros tus palabras de vida.

Gracias, Padre Santísimo, porque en esta divina Epifanía, lo divino de tu hijo amado, lo hacemos muy nuestro para ser en verdad, ¡los labios, los brazos, los corazones, las mentes y los caminantes incansables para pregonar el evangelio de vida, de esperanza y de amor!

Estamos bien dispuestos a provocar en la iglesia santa de tu amado hijo, UN NUEVO PENTECOSTÉS, con el beneplácito y la asistencia del Espíritu Santo.

¡No nos importan ni los brotes de guerra, ni los devastadores fenómenos de la naturaleza, ni las pandemias, ni los problemas económicos y sociales! ¡Solamente nos mueve el hacer que nuestro vivir en la tierra no sea en vano!

Padre Santísimo: ¡Con la acción del Espíritu Santo, renueva en nosotros todos nuestros componentes orgánicos porque ya no nos importa la edad, ni los achaques de la misma! ¡Solo nos basta tu gracia, tu amor, tu beneplácito y tu bendición!¡Trinidad Santísima! ¡Gloria a Ti! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+


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