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ORACIÓN “¡DESECHEMOS NUESTRA MENTE DÉBIL! ¡TENGAMOS LA MENTE, EL PENSAR Y EL ACTUAR DE CRISTO!

ORACIÓN “¡DESECHEMOS NUESTRA MENTE DÉBIL! ¡TENGAMOS LA MENTE, EL PENSAR Y EL ACTUAR DE CRISTO!

¡SEÑOR, TEN PIEDAD!

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
DESECHEMOS NUESTRA MENTE DÉBIL. Padre Santísimo: ¡Gózate en este esplendoroso despertar!
Venimos a manifestarte que, valerosa y decididamente hoy desechamos la pobreza, la debilidad y lo reducido de nuestra mente, de nuestra forma de pensar y de actuar.

Hoy confesamos que, para poder ser dignos de manifestar a todos y en todo el esplendor de tu gloria, necesitamos urgentemente renovarnos en mente, pensamiento y acción.

Hoy Padre Bendito, nuestra forma de pensar es divina y deja atrás esa mente humana que estaba llena de temores, de incertidumbres, de tambaleos, de conmiseraciones y de negatividades.

Hoy nuestra mente renovada, es la misma de tu hijo amado, quien vino a salvar y a rescatar lo que se había perdido. Hoy vamos al rescate de salvar esa divina imagen, esa celestial semejanza, ese omnipotente pensamiento, ese poder de nuestra palabra, ese encanto original, ese amor por la vida, esa sabiduría por vivir en la excedencia y no en la escasez.

Lo vamos a rescatar porque lo hemos perdido o se encuentra dormido en lo más profundo de nuestro ser.

Padre Santísimo: amanecimos con ese pensamiento dominante de ir por una mente que ya no sea la actual, sino la tuya, la de Cristo, la del Espíritu Santo y para ello, deponemos nuestra actitud de soberbia y nos revestimos de humildad.

Porque ahí está la base y fundamento de nuestra grandeza, de nuestro ensanchamiento, de nuestro desarrollo y de nuestra potenciación. Hoy queremos con tu divino beneplácito arrancar desde este momento con esa nueva actitud convertida en acción sin tibieza ni titubeos.

Nuestra mente se hace más amplia que el mismo universo a fin de dar cabida en nuestro yo a la trinidad santísima. Hoy la presencia divina de ti, Padre Santísimo, de tu hijo amado y del Espíritu Santo, se deja sentir como en el mismo río Jordán.

Pero a diferencia de ese lugar, ahora lo hacen en cada uno de nosotros, los de este equipo de adoradores en espíritu y en verdad. Ahora ya no es Cristo quien recibe tus palabras:

Somos nosotros los afortunados quienes escuchamos: “¡USTEDES SON MIS HIJOS MUY AMADOS EN QUIENES ME COMPLAZCO! ¡SERÁN ESCUCHADOS DESDE HOY!” Vemos también a tu hijo amado, quien nos bendice y nos recuerda: “YO ESTARÉ CON USTEDES TODOS LOS DÍAS HASTA EL FINAL! ¡NO TEMAN! ¡HAGAN LO QUE YO HICE Y HASTA COSAS MAYORES, PORQUE YO ESTOY Y ESTARÉ CON UNTEDES! PORQUE USTEDES SON LA EXTENSIÓN DE MIS BRAZOS, DE MI AMOR, DE MIS LABIOS Y DE MI MISERICORDIA.”

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Ahora vemos al Espíritu Santo, quien nos bautiza con el fuego divino y nos dice al oído y al corazón: ¡Actúen sin temor, con toda la confianza y en plena certeza porque Yo los guiaré, los fortaleceré, los avalaré, los consolaré, los alegraré y los haré que vean todo ese potencial que yo mismo pongo en sus manos!
Padre Santísimo: hoy en esta mañana nos has hecho presenciar una verdadera y maravillosa teofanía tan hermosa como la del río Jordán y tan gloriosa como la del monte tabor.

Ya nos has bendecido, nos has mostrado tu divina complacencia, tu divina voluntad y has dispuesto todo a nuestro favor. Ahora somos los seres más afortunados, más bendecidos, más honrados, más llenos de gloria, de esplendor, de poder y de amor. Hoy salimos del lugar sacratísimo de tu gloria decididos, convencidos y bien dispuestos a ser lo que nunca fuimos, a dar lo mucho que hoy por ti tenemos y en el ayer todo era muy limitado. Hoy bien cargados de la abundancia de tu riqueza celestial, exclamamos y proclamamos: ¡Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria!

Padre Santísimo: desde hoy estamos contemplando que nuestra tierra está convertida en la extensión de la gloria celestial. Es por eso que, con nuestros pies bien asentados sobre la tierra, gozándonos, sin apartarnos de ella porque nos envuelve, nos rodea y nos persigue con todo su poder, con toda su bondad y con todo su esplendor.

¡Divina Epifanía, del Dios trino y uno! ¡Bendito seas en tu reino que se ensancha tanto que envuelve a todo nuestro planeta! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+


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