ORACIÓN: “Padre Santísimo: ¡Aparta de nosotros toda estrechez de mente!”
ORACIÓN: ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!, ¡Bendito saludo tengas, oh Padre de toda bondad y amor infinito!
Habiendo despertado de nuestro sueño, con muchísimo júbilo nos ponemos en Tu presencia, oh Único Dios sinigual y amante de la humanidad. Muy conmovidos, en este penúltimo día del año Te venimos a confesar como lo hizo Tu Gran Apóstol.
ORACIÓN: “Padre Santísimo: ¡Aparta de nosotros toda estrechez de mente!”
“Sabemos vivir humildemente, y sabemos tener abundancia; en todo y por todo estamos enseñados, así para estar saciados como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.” (Filipenses 4:12). Es muy cierto que vivimos en Tu Reino y cada día nos esforzamos en estar más y mejor preparados para vivirlo en toda su intensidad, en toda su amplitud y con toda serenidad. También vivimos en la consciencia de que este año lo queremos terminar llenos de amor, de esperanza y con una fe más amplia, más profunda y más potente, porque no queremos tener un año igual al anterior, sino totalmente diferente, porque a pesar de que estamos preparados para luchar contra toda adversidad, nuestro año que está por iniciar será con Tu divino favor, un ver, un vivir y un gozar el día a día como nunca lo habíamos hecho. ¡Como jamás lo habíamos experimentado y como nunca lo habíamos soñado!
¡Padre Santísimo! ¡Ni siquiera Tú deseas que repitamos el año con más de lo mismo! Tu propio Amado Hijo, sentado en su trono exclamó: “¡He aquí, Yo hago nuevas todas las cosas!” (Apocalipsis 21:5). El hacer y repetir las mismas experiencias nos asemeja a quienes por su negligencia, por su falta de atención, por su lento aprendizaje, por su irresponsabilidad y por su conformismo, demuestran su ineptitud, su tibieza, su pobreza espiritual y su alejamiento de Ti, Fuente de la Vida. Conformarse con lo mismo, ¡no es propio de quienes gozamos de Tu amor, de Tu amistad y de Tu confianza! Tu divina voluntad es que tengamos el mismo pensar, el mismo sentir, el mismo actuar y la misma pasión en el vivir de Tu Hijo Amado.
Padre Santísimo: el haber sido constantes en este año que está por finalizar, nos da todo el derecho de suplicarte nos concedas un corazón renovado, amoroso, apasionado y abundante de todos los más caros tesoros, para vivir una vida decorosa, digna, propia y siendo siempre los testigos de Tu presencia y la extensión de Tu mano providente. Es por ello que anhelamos Tu presencia en nuestros corazones y así se cumpla la palabra divina de Tu Hijo Amado: “… porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (San Lucas 6:45). Efectivamente, este año que está por nacer y en el cual esperamos actuar lo queremos vibrante, jubiloso, maravilloso, extraordinario y sensacional, aunque los futuristas catastróficos pronostiquen todo lo contrario. Nuestro corazón lleno de Ti, ¿tendrá tiempo para dedicarse a la maldad, a la injusticia, a la inmoralidad y a lo inmundo? Estamos muy seguros de que llenos de Ti, ¡Tú mismo nos impulsarás a trabajar de tiempo completo en hacer el bien sin mirar a quién!
Padre Santísimo: ayudados por Tu gracia vamos a arrojar todo estrechamiento de mente, porque una mente estrecha anida miseria, desamor, desaliento, amargura e inconformidad. Nuestra mente se ensancha tanto, tanto, que nuestro panorama se torna en extremo extraordinario y pinta para vivir todo lo natural con un tremendo y maravilloso matiz sobrenatural. Es justamente la gracia la que nos lleva a hacer de nuestra fe toda una potencia que nadie ni nada puede frenar. Ese poner en movimiento apasionado nuestra fe es lo que va a imprimir en nuestro Año Nuevo lo que solamente unos cuantos lo logramos. Es por ello que reafirmamos nuestra fe y nos exigimos tener pensamientos divinos, planes maravillosos y proyectos de vida sobrenaturales. Lo natural lo tenemos para transformarlo en algo totalmente sobrenatural, porque todo cuanto toquemos, deja de ser natural, pobre y limitado, porque nuestras manos son la extensión de las Tuyas; porque nuestra lógica es divina e incomprensible, pero tan real como la luz del día y como el resplandor del sol. Estamos plenamente seguros que lo material, aunque sea poco, lo multiplicaremos, la misma enfermedad la convertiremos en salud; los malestares se transforman por el poder de nuestras palabras en un bendito bienestar.
Este año nuevo vamos a pronunciar palabras de salud, de bienestar, de abundancia, de poder y de vida, porque, “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa del SEÑOR moraré por largos días.” (Salmo 23:6).
Desde ahora y para siempre: ¡Bendito seas, Padre Amado! Amén.
- Cosme Andrade Sánchez+