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ORACIÓN : “¡Dejemos de ser lo que somos! ¡Aspiremos a lo máximo!”

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ORACIÓN “¡Dejemos de ser lo que somos! ¡Aspiremos a lo máximo!”

ORACIÓN : “¡Dejemos de ser lo que somos! ¡Aspiremos a lo máximo!”

OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: ¡Bendito sea este sábado de Tu descanso eterno!
En este hermoso amanecer tan lleno de sorpresas, nos motiva el estar ante Ti, frente a Tu majestad, frente al ser más amoroso, soberano y exitoso, porque en Tu luz se fortalece la luz de nuestra inteligencia, de nuestros anhelos, de nuestras posibilidades y de nuestras expectativas. ¡Qué hermoso es despertar y olvidarnos de todo, sentir, ver, contemplar Tu gloria y escuchar Tu voz paternal de invitación abandonar nuestro estado actual y superarlo con creces para que se cumpla en nosotros el ¡CREZCAN Y MULTIPLÍQUENSE! ¡LLENEN LA FAZ DE LA TIERRA Y EJERZAN AUTORIDAD AMPLIA! ¡ARREBATEN LO QUE YA LES PERTENECE Y DEJEN DE SER SERES LIMITADOS! ¡TENGAN UNA FORMA DIVINA DE PENSAR! ¡ACTUEN COMO MI HIJO AMADO! ¡SEAN DIFERENTES A LOS QUE NO ME ESCUCHAN Y SE CONFORMAN CON POQUITO! ¡TENGAN PRESENTE EN SU MENTE QUE YO ME COMPLAZCO CON LOS QUE EN VERDAD ANHELAN, ASPIRAN, ¡SUSPIRAN Y ARREBATAN LO SUYO DE LO MÍO!

ORACIÓN : “¡Dejemos de ser lo que somos! ¡Aspiremos a lo máximo!”

¡PORQUE MIS RIQUEZAS SON PARA USTEDES!

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A pocas horas de celebrar la Navidad de Tu Amado Hijo, nos sentimos llenos de un gozo indescriptible, exacerbamos todo nuestro ser y nos lanzamos a la aventura tan atrevida de ser como lo fue Tu Hijo Amado, a pensar como Él pensó, a amar como él lo hizo, a orar como Él nos enseñó y a actuar con el corazón más divino que humano. Lo hacemos porque esa es Tu divina voluntad y porque solamente así encontraremos nuestra salud integral y estaremos viviendo en la certeza de que Tú Te complaces con nosotros, porque ves en nosotros un torrente de poder que está dispuesto a demostrar al mundo quiénes somos y de qué somos capaces.
Ante el nacimiento de Cristo, nuestro Divino Salvador en el soberbio palacio real de la cueva de Belén, tan inundado de luz, de color, de calor divino, de alegría celestial, de belleza incomparable, de seres angelicales, de pastorcitos que sin comprender estaban contemplando ese misterio extraño y maravilloso; estaban ante el modelo de familia sagrada, donde San José contemplaba el suceso y lo asaltaba la duda; donde la Virgen traía a su mente las Palabras del saludo de Gabriel; donde el Niño envuelto y recostado en el comedero de los animales, se sentía ya UN CORDERO INMACULADO que cargaría con nuestros pecados. Allí se constataba cómo lo predicho por Isaías setecientos años atrás, en ese instante se cumplía: “¡Oigan, cielos, y escucha tú, tierra; porque habla el Señor: Crie hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su Señor; ¡Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento!” (Cap. 1: 2-3).
¡Cuánta ceguera provoca el apartarse de Ti, Señor y Padre! ¡Cómo beneficiaste y engrandeciste a Tus hijos israelitas, quienes ingratos, altaneros y ciegos no reconocieron a Tu Hijo en ninguna etapa de su vida! Ni escudriñando las profecías fueron capaces de ver la estrella que iluminó el camino de los magos del oriente. Tu Hijo Amado ya estaba en medio de los suyos, pero ¡no lo recibieron! Mejor desde la lejanía llegaron quienes se dejaron conducir por la Luz que emanaba del ORIENTE DE LOS ORIENTES Y QUE DESCENDÍA DE LAS ALTURAS CELESTES. ¡Ese pueblo amado, prefirió lo material que Tú les habías entregado a manos llenas, pero quedó cegado para las riquezas del espíritu que dignifican, elevan y marcan la diferencia!
Nosotros, Padre Santísimo, hemos acudido a Ti en esta madrugada para inundar nuestras mentes de Tu luz para ver a Tu enviado Jesús, para recibir de Él gracia sobre gracia y para recibirlo en nuestros corazones que anhelan ser las nuevas cuevas de Belén para contenerle en todo y darlo a conocer a muchos que aún están en sombras de muerte.
¡Gracias Padre Santísimo! Aunque Tu Hijo Amado, ya hace dos milenios arribó a la tierra, aún no es conocido por muchos corazones. Las tinieblas dominan y quieren envolver en densa oscuridad las mentes de la juventud, de la niñez y hasta la de los adultos.
Nosotros, Padre Amado, manifestamos y ratificamos que, aunque nuestro entorno sea de tinieblas, fijaremos nuestra mirada en la Luz del Oriente para que ese esplendor resplandezca con mayor intensidad e ilumine las mentes de muchos. Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+


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