Y ahora la furia de Trump; ¿hasta dónde llegará?
La marcha del sábado pasado fue una señal de que las cosas en México siguen estando muy calientes.
Basta ver lo que informan los medios ayer mismo:
“El ataque del CJNG en Michoacán volvió a poner sobre la mesa la tensión permanente entre fuerzas federales y el crimen organizado. Esta vez, el episodio ocurrió en medio de un operativo que buscaba capturar a Ángel Chávez Ponce, conocido como El CAMALEÓN, uno de los líderes más violentos de una célula regional del Cártel Jalisco Nueva Generación. Y como suele pasar en esta zona del país, el operativo terminó detonando una cadena de respuestas, bloqueos, vehículos incendiados y una narrativa que vuelve a marcar el rumbo del debate sobre seguridad en México.”
El enojo de Trump no es gratuito.
Sobre todo, en relación con el tema del tráfico de fentanilo que realizan hacia Estados Unidos los Cárteles mexicanos ya catalogados como organizaciones terroristas.
Después de las tronantes declaraciones del mandatario norteamericano en el sentido de que no estaba contento con lo que hacía México por combatir a los narcotraficantes, los integrantes de la 4T a los que les viene a la medida el saco de la queja de Trump, que solo le faltó decir literal que, además de los cárteles, están los narco políticos, quienes debieron poner sus barbas a remojar.
El rosario de aventarse culpas de lo que está ocurriendo con la violencia y el narco tráfico, tocó, faltaba más, a los integrantes del gabinete de seguridad de la presidenta Sheinbaum.
Se acordaron los amlovers de Rosa Icela Rodríguez, de Omar García Harfuch, del general Ricardo Trevilla Trejo.
Y acogiéndose a las virtudes teologales del olvido, nadie dijo nada de Andy López Beltrán, de Octavio Romero, de Mario Delgado, de Adán Augusto López.
Ni mencionaron al tráfico de huachicol, a la estafa maestra de Ignacio Ovalle o al creciente número de desaparecidos que dejó como herencia López Obrador.
Y menos recordaron a gobernadores que tiene Estados Unidos en su mira como Alfredo Ramírez Bedolla, Américo Villarreal, Alfonso Durazo, Rubén Rocha Moya, Marina del Pilar Ávila, el esposo de Rocío Nahle y otros esclarecidos integrantes de ese elenco delincuencial.
Donald Trump no requiere de mandar tropas a México para combatir a los cárteles.
Ya dijo que sería feliz de bombardear lanchas en aguas cercanas a nuestro país tal y como lo hace con los presuntos narcos venezolanos a los que, sin miramiento alguno, simplemente liquida a base de potentes bombazos.
Trump, que sigue teniendo como cara buena los discursos diplomáticos sobre las buenas relaciones con México que pronuncia Marco Rubio, está llenando las fronteras con agentes de la DEA, la CIA y demás corporaciones.
Tiene en alerta las 24 horas del día a sus organismos que supervisan a los posibles lavadores de dinero como el vicepresidente del Tesoro o la directora del FinCen.
Y el inasible mandatario del vecino país va más allá y advirtió:
“Estados Unidos anunció modificaciones sustanciales en los criterios de elegibilidad para visas de inmigrante, estableciendo barreras más altas para quienes presenten determinadas características de salud.
La política de “carga pública” se convirtió en el eje central de estas restricciones, obligando a los solicitantes a demostrar que no representarán un costo para el sistema.
