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Los medios naufragan

Los medios naufragan

En menos de un mes la Presidenta de la República ha visitado tres veces Veracruz, por diferentes causas, no todas dignas de festejar. En diferentes momentos de la vida social de una entidad que electoralmente es la quinta potencia de votos y en riqueza podría competir con cualquiera como la de mayor capacidad.
En estas tres visitas públicas de la que dan cuenta los medios, aun involuntariamente, puede apreciarse una realidad inédita que tiene profundas causas en la historia de la entidad. La gobernadora cuenta con las simpatías de la mayoría de la población, popularidad creciente, por cierto.
Lo que inició como un triunfo con 30 puntos arriba de su contrincante, a pesar de una intensa e inédita guerra sucia, ahora aumenta con el esfuerzo de un trabajo incansable y logros que traspasan las fronteras no solo del estado sino del país.
La imagen que refleja en los medios no coincide con la realidad de aceptación popular, concuerda con el resentimiento que los medios mantienen hacia la mandataria estatal, que molestos por la falta de convenios de publicidad, buscan cualquier error para magnificarlo y si no hubiera equívocos, los inventan y difunden como reales, al puro estilo de aquella guerra sucia que trató de impedir su triunfo en las elecciones.
Hay quienes aseguran que se ha negado a recibir propuestas comerciales de los medios a causa de la guerra sucia, y es una venganza de Rocío Nahle contra los comunicadores; esta es una manera muy simplista de ver una realidad que debe preocuparle a los medios más aún, porque se han convertido en un gremio innecesario, principalmente en Veracruz.
Las redes sociales difunden con mayor veracidad los trabajos del gobierno y la dinámica de la gobernadora y sus colaboradores cercanos tiene mayor cobertura que cualquier medio estatal. Los tiempos cambian. Esto, sin contar la falta de credibilidad de los medios y sus columnistas que están muy frustrados porque ya se habían otorgado cargos en la administración de Pepe Yunes luego de su triunfo en las urnas que terminó siendo una vergonzosa derrota.
Las razones de ver a los medios como un adorno en la mesa de centro, radica en que, a pesar de los millones de pesos gastados en la guerra sucia, donde se compraban espacios en portales, diarios, radiodifusoras y cadenas de televisión para desgastar la imagen de la actual gobernadora, ésta ganó con gran ventaja.
Estaremos de acuerdo en que su competidor era de segunda división, pero con una serie de añadidos ilegales que emparejaba cualquier ventaja, sobre todo porque se preparó una guerra sucia desde meses antes de la postulación de Rocío Nahle a la candidatura de Morena.
Mientras esto sucedía en ventanas de los medios de todos tamaños, desde el celular hasta las pantallas, la candidata realizaba una campaña incansable, llegando a todos los rincones del estado. Su visión de las consecuencias de las lluvias no fue una visita protocolaria o sólo para las fotos, sino una inspección de la gravedad de la situación y saludar a quienes había prometido regresar.
Las campañas se realizaron con una intensa agresividad de la derecha, que rayaba en la saña y en la violencia política de género, que de nada sirvió a la hora de emitir el voto, lo cual comprobaba, una vez más, que los medios no influyen en las ideas políticas de los veracruzanos.
La guerra sucia no sólo violó las leyes electorales, sino el Código Penal, la Constitución y la moral. Pero las mentiras siguen provocando el escurriendo la sangre de un gremio agonizante.
Los medios en el estado no reflejan, desde hace muchos años, el sentir de la población de Veracruz, se conformó un grupo de estilos viejos de comunicar que por tratar de ser autónomo, a pesar de depender del subsidio, se convirtió en un club aislado de la gente y de la realidad. Repudiado por su público y desacreditado ante los anunciantes, quienes al no ver gente que consuma sus espacios, no se anuncia.
Ahora, que son conscientes de su soledad, marginación, repudio e indiferencia, no tienen otra arma que inventar una realidad paralela para tratar de desgastar en los medios lo que no pudieron descalificar en las urnas.
A consecuencia de la insistencia de críticas en sus espacios, la población rechaza a los medios y no a la clase política del estado, de tal manera que naufragan en el mar de mentiras que inventaron, fueron tantas que no reconocen la verdad y se citan a sí mismos para comprobar que lo que afirman es cierto.
Esta situación deja sin contrapeso al poder, pero no fue el poder el que dejó sin credibilidad a los medios, fueron sus excesos.


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