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Oración “Si no aprendemos a perdonar ¡pronto nos vamos a enfermar y vamos a perder la salvación!”

Oración “Si no aprendemos a perdonar ¡pronto nos vamos a enfermar y vamos a perder la salvación!”

Oración “Si no aprendemos a perdonar

Padre Santísimo: Tú enviaste a Tu Hijo Amado para que, cual médico de almas y cuerpos; cual perfecto conocedor de nuestra naturaleza humana, de nuestra alma y de nuestra fisiología, nos diera recomendaciones precisas para poder vivir plenamente y con esplendidez esta cortísima estancia aquí en este bellísimo planeta, donde fijaste nuestro bendito hogar temporal.

Padre Amoroso: Al acondicionarnos este planeta con tantos detalles tan delicados y hermosos y, concedernos el dominio pleno de todo cuanto hay en él, para poder vivir todo ese día sin final en Tu Reino Celestial, no nos resta más que agradecerte por este regalo digno de seres extraordinarios. Por eso comprendemos que Tu Voluntad Divina la expresa el Espíritu Santo, quien nos dice: “¡No hay nada más bello ni más agradable que ver a los hermanos vivir juntos y en armonía!” (Salmo 133:1).

Sí, Padre Bendito. ¡Qué singular regalo nos diste! Pero desafortunadamente, nuestros primeros padres no pasaron la prueba y cayeron de tu gracia. Es por ello que nuestra voluntad se debilitó, nuestros ojos espirituales se cerraron y, solo nos quedaron los ojos de la carne, cuyo panorama es muy reducido. Es por ello que todo lo espiritual nos es ajeno y sin interés debido a que ahora precisamos de la fe. Antes de la caída, no hacía falta la fe ni la esperanza, porque éramos capaces de ver lo espiritual y lo inmaterial. El mundo visible e invisible nos era familiar. Es por ello que veíamos a nuestros padres salir gozosos a tu encuentro para conversar familiarmente contigo, oh Padre Bendito. Fue el tiempo de la amistad divina y de la divina complacencia con tus hijos. Fueron hechos casi perfectos y solo sabían amarte y amarse como prójimos.

Al entrar en escena el pecado, todo se desvanece, porque ante la ceguera espiritual y la incapacidad de verte a Ti, oh Padre Bendito, con los ojos de la carne, nuestros padres conocieron la maldad, sus consecuencias y quedaron cegados de los ojos del espíritu. ¡Ya les fue imposible el verte! ahora, con la inauguración de la Gracia Divina traída por Tu Amado Hijo, ese poder del Espíritu Santo nos ayuda a abrir los ojos de nuestro espíritu y nos muestra el gran potencial que hemos perdido, pero que es recuperable siempre y cuando seamos dóciles a las mociones del Espíritu Santo.

Ya hemos comprendido que sin perdón no hay salud. Es por ello que Tu Hijo Amado nos demostró que antes de que venga la salud del cuerpo, primero es la del alma. En la oración por excelencia del Padre Nuestro, Cristo nos enseña que tú nos perdonas, siempre y cuando seamos los primeros en perdonar las deudas de nuestros prójimos. Cuando tú nos creabas en Adán, nos conociste tan minuciosamente que, tú como Padre Excelente y modelador de nuestro cuerpo y alma, le insuflaste el espíritu que le dio ese aliento vital.

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Nos conoces a la perfección porque allí estaban las Tres Divinas Personas haciendo la obra increíblemente maravillosa, porque fue la única creada conforme a la imagen divina y con la misma divina semejanza. Allí, Tu Hijo Amado, observó que para el recto y correcto funcionamiento del ser humano requiere del perdón divino y del humano y divino perdonar para no enfermar, para mantener la armonía fraternal y la solidaridad familiar.

No es una exageración el perdonar setenta veces siete, sino que es la única terapia capaz de sanar y hacer que el enfermo recupere su salud. El alma reclama el perdón para su salud emocional, espiritual y que repercuta en la salud integral. Que el alma y el cuerpo interactuando hagan que el optimismo y el entusiasmo sean la prueba fehaciente de que la salud es sinónimo de salvación aquí en la tierra con salvoconducto a la eternidad bendita y maravillosa.

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Padre Santísimo: Te agradecemos por tu gran bondad y por hacernos comprender que el perdón es la medicina más saludable hasta para librarnos de todo mal, de toda enfermedad, de toda dolencia y de todo malestar.

PADRE SAPIENTÍSIMO: ¡BENDITO, ALABADO Y GLORIFICADO SEAS! AMÉN.

P. Cosme Andrade Sánchez+


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