Encuesta revela desconfianza ciudadana hacia protesta juvenil y abre debate sobre la autenticidad de las movilizaciones políticas
Una reciente encuesta nacional realizada por la firma De las Heras, Demotecnia, introdujo un nuevo elemento al debate público tras la marcha convocada por sectores que se identifican como “Generación Z” el pasado 15 de noviembre: una amplia mayoría de la ciudadanía percibe la movilización como no espontánea. De acuerdo con el estudio, el 62 por ciento de las y los consultados considera que la protesta fue financiada, lo que sugiere un creciente escepticismo hacia las manifestaciones políticas promovidas desde redes sociales.
Más allá de reforzar posturas oficiales —la presidenta Claudia Sheinbaum ha señalado reiteradamente intentos de desestabilización por parte de grupos conservadores— los resultados muestran una fractura más profunda: la confianza pública hacia la autenticidad de las protestas convocadas desde espacios no tradicionales parece estar en descenso.
Un electorado con mayor cautela ante las agendas políticas
Especialistas destacan que el dato central no es únicamente el respaldo a la narrativa gubernamental, sino la consolidación de un electorado que examina con mayor rigor el origen y las motivaciones detrás de las movilizaciones.
Consultores en opinión pública apuntan a que, en un entorno marcado por la circulación masiva de información —y desinformación—, la ciudadanía ha desarrollado una mayor capacidad para cuestionar discursos que buscan posicionarse como juveniles, apartidistas o espontáneos.
“Las redes sociales ya no garantizan credibilidad por sí mismas”, explica la analista política Mariana Ramos. “Existe una sensibilidad creciente a detectar cuándo hay actores organizados intentando incidir en la conversación pública a través de supuestas expresiones ciudadanas”.
La narrativa generacional en disputa
La marcha del 15 de noviembre —que sus organizadores presentaron como un ejercicio ciudadano juvenil— se produjo en medio del debate nacional por la reforma al Poder Judicial y otras iniciativas clave del nuevo gobierno. Sin embargo, el sondeo pone en evidencia que una parte importante de la población percibió la movilización como parte de una estrategia política más amplia.
Aunque la presidenta Sheinbaum calificó la encuesta como un reflejo de la madurez democrática del país, el estudio también revela que el 38 por ciento no comparte la idea de que la protesta fuera pagada. Este sector, lejos de representar un bloque opositor homogéneo, reúne a personas que consideran la marcha genuina, así como a quienes no se pronuncian sobre su origen pero expresan otras inquietudes.
Este matiz es relevante: el desacuerdo con la visión mayoritaria no equivale necesariamente a un rechazo al gobierno. De hecho, algunos encuestados que consideran legítima la protesta dijeron mantener una evaluación positiva de la administración federal.
Polarización y uso político de la juventud
El debate que arroja la encuesta trasciende el episodio del 15 de noviembre. Politólogos consultados advierten que la disputa por la narrativa juvenil se ha vuelto un terreno estratégico para distintas fuerzas políticas. En este sentido, sectores conservadores han intentado posicionar a la juventud como un contrapeso al oficialismo, mientras el gobierno subraya programas como Jóvenes Construyendo el Futuro o Sembrando Vida como políticas que apuestan por el desarrollo real de nuevas generaciones.
“La lucha no es solo por quién encabeza las movilizaciones, sino por quién interpreta el malestar social”, afirma Ramos. “Y esta encuesta muestra que la ciudadanía identifica cierto uso instrumental de la imagen juvenil con fines políticos”.
Un termómetro sobre el discurso opositor
La encuesta llega en un escenario marcado por el desgaste del discurso opositor, que ha intentado capitalizar expresiones ciudadanas sin obtener resultados contundentes. Para algunos analistas, el 62 por ciento que duda de la autenticidad de la marcha podría fortalecer la idea de que las estrategias de movilización de la oposición carecen de arraigo social.
Sin embargo, también advierten que la desconfianza generalizada hacia las protestas podría tener consecuencias más amplias, pues podría desalentar la participación social organizada, incluso la genuina.
Un país atento a la legitimidad de las movilizaciones
Mientras autoridades capitalinas investigan los hechos violentos ocurridos durante la movilización, la encuesta de De las Heras abre una discusión sobre la legitimidad, manipulación y percepción pública de las protestas en México.
En un país donde la movilización social ha sido históricamente una herramienta de transformación, los resultados del estudio reflejan una ciudadanía más vigilante del origen y la intención detrás de quienes convocan a las calles.
Aunque el gobierno interpreta los datos como una confirmación de su narrativa, la encuesta también expone un fenómeno más complejo: la creciente disputa por la credibilidad en tiempos donde cualquier causa puede amplificarse —o distorsionarse— en cuestión de horas.
