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DON TOMAS ARANDA VARELA (+)

DON TOMAS ARANDA VARELA (+)

El adiós a un buen hombre. Camelot.

 

Muy temprano en la madrugada de hoy falleció don Tomás Aranda Varela, padre de un querido amigo, Pepe Aranda Arrojo. Un hombre que vino a hacer la América desde Sarria, en Galicia, de donde una vez como todos los españoles que migraron a México aquí encontraron trabajo y con su esfuerzo crearon empresas que fueron orgullos en sus ciudades. Don Tomás creó el Centro Comercial en un edificio de la calle Madero y construyó el hotel Orbe, orgullo orizabeño. Amante de lo español pero muy mexicano, aquí sembró un árbol y lo vio crecer. Aquí formó su familia, esposa, hijos y nietos que fue un orgulloso abuelo para ellos. Solíamos platicar, cuando se podía, de las cosas de España, de su tierra de la Coruña, donde yo mero no conozco, pero me guiaba bien. Descanse en paz don Tomás y el sentido pésame a su esposa, hijos y nietos y familia. Le recordaremos siempre como un buen hombre, un español-mexicano-orizabeño.

 

EL REY DE LOS DEPORTES

 

Tengo un amigo que vive en Puebla, El Güero Laffite, de aquellos ejecutivos que inauguraron la antigua Telever en Veracruz, junto a Joe de Lara y mi hermano Enrique y muchos recordados amigos. Me escribe seguido en Whats y me envía cosas del béisbol, y me dice: aunque sé que no te gusta el béisbol, ahí te va algo, y manda algo. Pero si me gusta, no soy fanático de ver los juegos mexicanos, pero cuando empieza el llamado Clásico de Otoño, veo la Serie Mundial. Tengo dos cosas de las que me arrepiento en la vida, una de no haber visto jugar en el Real Madrid al gran Hugo Sánchez, porque me daba miedo volar esas 12 horas, me pasaba lo que a Picasso, que solía decir: “No le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al avión”. Aerofobia, le llaman. La otra fue no haber visto nunca en vivo al gran Fernando Valenzuela. Ese se me escapó por poquito, pues un día estando en San Francisco fuimos al antiguo parque del Candlestick Park, ubicado frente a la bahía, donde en las tardes hace un frio del carajo. Tenía un día que había pichado el Toro Valenzuela y me fui sin el gusto de verlo. Solía seguir la carrera de una gente orizabeña, un triunfador, don Jaime Pérez Avellá, empresario del transporte y de las agencias de autos y del equipo Puebla, que tuvo la fortuna de vender a Valenzuela, cuando este llegó a los Dodgers y nació la Fernandomanía, Tom Lasorda dijo que jugadores como el Toro nacen cada 50 años. Jaime, junto a sus hijos, Rene (QEPD) y Vicente, orizabeños todos, fueron y son amantes del béisbol, dos de ellos, padre e hijo desde el cielo seguro ven los juegos de pelota.

 

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LOS CRONISTAS

 

Y me han gustado los cronistas, desde aquel Buck Canel y Ángel Fernández, que dictaban cátedra en la narrativa, hasta los de ahora, Pepe Segarra y el gran Ernesto Jerez, que grita: “No, no, no, no, no, dígale que no a esa pelota, y esa pelota iba al otro lado de la barda. Y quizá el más grande de todos, el queretano Pedro ‘Mago’ Septién. Tuve la suerte de ver unas tres veces a Los Yankees, en el viejo y nuevo estadio, el que hizo Babe Ruth y el nuevo, que desciende uno del Metro y llegas a ver esa maravilla de la ingeniería. Vi jugar a Derek Jetter, el shorstop que decía: “La gente me pregunta porque juego tan fuerte todas las noches. Y yo les recuerdo que Lou Gehrig decía: ‘En el día de hoy, estoy seguro que en las graderías hay un niño que me está viendo jugar por primera vez y él merece mi mejor esfuerzo”. Eso hacia Derek.


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