De la sequía a la abundancia: el nuevo desafío del agua en México
 
						 
			Después de años de sequía y la sombra del temido “día cero”, México atraviesa un escenario impensable hace apenas un año: el Sistema Cutzamala, que abastece a la Zona Metropolitana del Valle de México, se encuentra al 84% de su capacidad, muy cerca de sus máximos históricos. Las lluvias de 2025 han borrado la imagen de presas semivacías y lagos resecos, sustituyéndola por inundaciones, desbordamientos y un calendario pluvial extendido hasta noviembre.
El alivio, sin embargo, abre otra discusión: cómo administrar la abundancia en un sistema históricamente marcado por la sobreexplotación y la desigualdad en el acceso al agua.
De la emergencia al dilema de la gestión
Los registros oficiales muestran que en mayo de este año el Cutzamala apenas rozaba el 48% de almacenamiento, pero en cuestión de meses revirtió la crisis gracias a precipitaciones excepcionales. El fenómeno sorprendió a especialistas: se registró en junio uno de los días más lluviosos en ocho décadas en la capital.
El profesor Omar Arellano, de la UNAM, advierte que este repunte no debe leerse como una garantía de seguridad hídrica: “Las presas no son contenedores aislados. Una parte del agua se infiltra al subsuelo, recargando acuíferos, pero también existe la tentación de aumentar las extracciones agrícolas e industriales en años de bonanza, lo que a la larga puede reproducir los ciclos de escasez”.
El costo de la abundancia
La presión no proviene solo de la demanda urbana. Grandes cultivos de exportación como el aguacate, el agave o los frutos rojos, así como industrias altamente consumidoras de agua —textiles, refresqueras y cerveceras— siguen acaparando buena parte de las concesiones. Expertos coinciden en que la abundancia actual no elimina la necesidad de revisar permisos, reformar la Ley de Aguas y replantear la política hídrica nacional.
A ello se suma la deforestación: en medio siglo el Valle de México ha perdido cobertura boscosa, clave para la infiltración y purificación natural del agua. Sin un esfuerzo serio de reforestación y ordenamiento urbano, la ciudad seguirá dependiendo de un sistema vulnerable a los extremos climáticos.
Más allá de la lluvia
El reto ahora no es esperar a que llueva, sino aprovechar la coyuntura para construir resiliencia. Las imágenes de presas al borde del desborde pueden transmitir tranquilidad, pero la historia reciente recuerda que la línea entre la abundancia y la escasez puede cruzarse en cuestión de meses.
El agua dejó de ser un recurso predecible: en menos de un lustro, México pasó de la sequía más dura en décadas a las lluvias más intensas registradas. El verdadero desafío está en cómo se administra este vaivén.
 
		
