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Un nuevo parque orizabeño

Un nuevo parque orizabeño

UN NUEVO PARQUE ORIZABEÑO
Por Gilberto Haaz

Orizaba tiene rumbo y dirección. Aquí no hay viento en contra, con todo y que tiene dos años que el gobierno del estado no ha aportado ni un centavo al Ayuntamiento, el alcalde, Juan Manuel Diez Francos, y su Cabildo no cesan de hacer obras. Viene el Mirador o Atalaya en el Cerro del Borrego, una obra que traerá más turismo a la ciudad, esta misma ciudad que en esta temporada no había cuartos de hotel, todo lleno. Pues ahora heme allí yendo al parque de la Concordia, un viejo parque frente a la iglesia de la Concordia y frente a la casa de los Niños de Casa Hogar, donde había una calle inoperante y oscura que solo servía para que fueran a echar novio y dejar abandonados los autos macetas. Se rellenó toda y se fijó en concreto y mosaico y se le puso alumbrado y ahora es un lugar de alta recreación, tiene sitio para las mascotas, sitio para los niños, bien protegidos, sitio para gimnasio, no se podrá patinar ahora por el peligro de atropellar a alguien. Los prados fueron pintados de colores, como uno que conocí en Santander, bello de mosaicos multicolores. En temporada de calor y de frio, es bello, la neblina suele bajar. En una esquina quedaron mesas tipo europeas, con sus sombrillas, para que la gente disfrute de un Café de un lugar llamado Café-Café. Pues hoy se inauguró y había viento, un viento como el del Guadarrama, despeinaba el coco pero nada de importancia. He allí otra obra más de esta administración, que no deja de sorprendernos con los proyectos bellos y útiles

JANE Y HOWARD

Jane Russell murió anciana a la edad de 89 años. Charles de Gaulle presumió a Briggite Bardot cuantas veces pudo, decía que los franceses no solo eran buenos para elaborar quesos frescos y buenos vinos, también buenas cinturas. Existen en la vida mujeres que se transforman en productos internos brutos y bellos de sus países. Los años de los 40s y 60s encumbraron a muchas. Para ello, siempre tiene que aparecer un galán o cavallieri que las convierta en su objeto del deseo, o algún padrote. Los Kennedy lo fueron para Marilyn. Sinatra para Ava Gardner. Howard Hughes, el excéntrico magnate de la aviación y el petróleo, rico por herencia, pues su padre inventó y patentó una pieza que utiliza toda la industria petrolera del mundo, fijó sus ojos, cuando le dio el prurito de ser director de cine de Hollywood, en Jane Russell, una apetecible mujer, dueña de los dos mejores pezones del mundo, para corroborar aquello de que sin tetas no hay paraíso. Jane filmó una película que no pudo estrenarse (Outlaw) Fuera de la ley o El Forajido. No llegó a los cines porque la censura y la liga de la decencia americana, una cosa como el Orfis, que no sirve para nada, la censuró pues alegaban que los pechos de esta mujer paralizaban el corazón y hacía que todo el cuerpo se cabreara en convulsiones. Todavía no llegaban la Silvana Mangano ni la Sofía Loren, que revolucionarían tiempo después la pantalla con sus pechos y traseros benditos y caminar voluptuosos. Marilyn lo haría, poco después. Esa película se enlató. Espantaba, como espantó a unos censores Presunto Culpable, pero ésta sin pechos, sólo corrupción en jueces mexicanos. La foto de Jane circulaba entre los chicos americanos que peleaban contra Hitler en la Segunda Guerra Mundial, y de mano en mano (sin albur) corría entre ellos. Cuando se filmaba, toma tras toma en el granero, donde Jane mostraba sus pechos y tenía una pajita en la boca, a Hughes le parecía que algo no andaba bien. Los pechos caían un poco, se quejaba. Hubo como 17 mil tomas y ni así. Mandó traer a los ingenieros de aeronáutica de su aviación (Hughes Aircraft y TWA), les pidió de favor recompusieron eso. Día y noche los ingenieros soñaban con esos magníficos pechos y ubicaban un nuevo sostén. Usando la aerodinámica de los paracaídas, lo encontraron. Se los puso la chica y Howard sonrió satisfecho. Dos nuevos volcanes brotaban. Así nació el brassiere Wonderbra, cuya patente él mismo vendió. Hughes murió en hotel de Acapulco, a los 70 años, muy millonario, viejo y cansado y como ermitaño, dejándose crecer las uñas y pelo hasta parecer vagabundo. Se le trasladó al hospital Metodista de Houston, Texas, que él había donado. Allí le dieron por muerto. Parte de su fortuna la donó a la Iglesia de los Santos de los Últimos Días, los mormones, en quienes confiaba porque no tomaban alcohol. Vivió como quiso (ver película El Piloto de Leonardo di Caprio), el único que medio lo controlaba era su contador, Noa Dietrich, que le amarraba la chequera de vez en cuando; amó a las mujeres que pudo: Katherine Hepburn, Bette Davis, Rita Hayword, Ava Gardner, Olivia de Havilland, por nombrar a las más conocidas. Jane Russell murió anciana (89 años). Cosa que no quería, anhelaba morir joven y a cargo del mando. Dos estrellas que crearon conciencia de lo bello de la mujer y que derrumbaron a una censura mojigata de los años 40s. Descansen en paz.


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