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No es solo Negligencia -El Horror de los Vacíos

No es solo Negligencia -El Horror de los Vacíos

No es solo Negligencia -El Horror de los Vacíos
Por Rafael Loret de Mola

De todos los sucesos de esta ya vieja transformación de opereta barata, ninguno llega a cobrar la dimensión de la terrible negligencia del mandante López respecto al golpe brutal sufrido por Acapulco y municipios aledaños al paso del devastador huracán Otis, acaso el de mayor fuerza de la historia en la costa del Pacífico. La ausencia de prevención, tanto en cuanto se ha divulgado la necesidad de aplicar la “cultura para los desastres”, obligó al gobierno a manipular las cosas diciendo que nadie tenía derecho a aprovechar la tragedia con fines políticos. Así de enfermo está López IV.

Más allá de la grotesca imagen del Jeep militar siendo arrastrado por militares, incluyendo al secretario de la Sedena quien también fungía como agente de tránsito —esto es para que avanzara el vehículo “presidencial” solo ochenta metros más de donde habían parado las cuatro Suburban de su comitiva—, lo más triste fue constatar la academia de demagogia que brota por los cuatro costados del huésped de Palacio Nacional, quien se dio a la tarea de comunicar un pequeño trayecto —no cinco kilómetros como dijo— para desaparecer por unas horas del radar público hasta su inmediata vuelta a la Ciudad de México. Ahora sí en helicóptero. Una rufianesca puesta en escena.

Hace años, el deplorable cacique yucateco Víctor Cervera, de muy mala entraña, se quejaba ante sus correligionarios:

-¡Dios mío! —imploraba el cínico— siquiera mándame un huracancito.

Y es que tales meteoros, sin importar las víctimas, siempre han sido motivo para la recreación dramática de los políticos que saludaban a los damnificados empapándose los pantalones, a media rodilla, y con ello demostrar la falsa prioridad de las perspectivas sociales. Esta engañifa duraba algunos días pero permitía, siquiera, que las instituciones a cargo del personaje se afanaran para cumplir con la reconstrucción de las áreas afectadas. Cinismo, claro.

Por otra parte, volviendo al drama de Guerrero, deben pedirse cuentas, con las debidas auditorías, tanto a los constructores de los edificios hoteleros colapsados por no medir las posibilidades de un fenómeno de la potencia de Otis, considerando que siempre cerca de las playas existen estos riesgos. Y, desde luego, es menester llevar a proceso a todo aquel que intervino en la liquidación del Fondo para Desastres Naturales, mismo que al momento de su extinción contaba con 18 mil millones de pesos desaparecidos bajo los pantalones y faldas de los más elevados miembros del gabinete hasta llegar a la punta del iceberg. De la misma manera, señalar cómo es que “aparecieron”, como si se tratara del bombín de un mago, 14 mil millones de pesos, que Hacienda dispuso, asegura, para aliviar el drama. Así lo anunciaron para contrarrestar las severas críticas contra el bandidaje oficial.

Pero lo peor, la infamia mayor puede decirse, fue la prosaica y criminal postura del pelafustán de Palacio al prohibir a la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales —como si tuviera derecho a ello— acudir en ayuda de los damnificados. Nunca en la historia de este país se había llegado a tal grado de miseria mental y social por parte de un titular del Ejecutivo federal. Tal fue como señalar que los únicos confiables para auxiliar a la población son los soldados y marinos, mientras los demás mexicanos son propensos a la corrupción o al manejo de las mercancías como les da la gana, precisamente como han hecho en repetidas ocasiones los miembros de las Fuerzas Armadas, desde siempre.

La ruindad, como sabemos, se extendió a Chilpancingo en donde su alcaldesa, la corrupta Norma Otilia Hernández, no pospuso su informe y le dio a la fiesta a todo vapor con un festín digno de mejor causa y a unos cuantos kilómetros de donde la desesperación llevaba a la rapiña, el saqueo y el estado de sitio. La insensibilidad mostrada es, desde luego, el perfil de los morenistas colectados en la basura.

Habría de rematar lo anterior otro miembro de Morena, eficaz solo para el acarreo y la compraventa de votos —éstos sí—, la alcaldesa de Acapulco, Adelina López Hernández, quien alegó que los saqueos —como jamás se habían dado y a la vista de la Guardia Nacional que, en algunos casos, se sumó al mismo acto—, eran actos de “cohesión social”, un nuevo término que sin duda ahuyentará a futuros inversionistas ante la falta de orden y gobierno. Una malhadada funcionaria que así pretende asomar la cabeza entre los escombros.

 

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La Anécdota

La maldición cayó sobre Andrés Manuel, y no creo que nadie pueda exorcizarlo de cara al tenebroso 2024. La cantidad de epítetos que cayó sobre él —y faltaron más—, es demostración del hastío que produce su mal gobierno en la peor hora de nuestro país, golpeado por la violencia brutal y los meteoros devastadores. Una mala combinación, si intentamos levantarnos como lo haremos gracias al vigor de un pueblo acostumbrado, por desgracia, a las mayores calamidades.

Guerrero parece ser el centro neurálgico de los fracasos presidenciales: en 2014, la brutal matanza de jóvenes normalistas de Ayotzinapa marcó y derrumbó al régimen de Peña Nieto; y en octubre de 2023, Otis llegó no sólo para extender el dolor de nuestros compatriotas sino igualmente la amoralidad de un mandante sin escrúpulos, demagogo, mentiroso e hipócrita. Los dos se agarran de la mano frente a la historia que jamás los absolverá.

Finalmente, debe señalarse a los culpables de la tremenda negligencia pública. Que no se mida si han sido peores o iguales que en el pasado; simplemente, en Acapulco, se espera justicia, y en todo México el clamor se extiende sobre la putrefacta 4T.

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