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Los retos de la UNAM

Los retos de la UNAM

Los retos de la UNAM
Por Vladimir Galeana

Por más que ahora, desde el gobierno se reitere que se respetarán la autonomía y el proceso de selección del próximo rector de la UNAM, la comunidad universitaria ya no desechará la idea de que, desde Palacio Nacional y ahora desde la campaña de Claudia Sheinbaum, se buscará intervenir para colocar un rector, o rectora, a modo o de plano afín a la 4T.

Tres intentos de reformar la ley desde Morena, uno a nivel constitucional sobre el propio artículo que sustenta la autonomía y dos más sobre la Ley Orgánica de la UNAM, complementados con la retahíla de agresiones verbales, descalificaciones sin razón ni sentido y cargadas de afirmaciones calumniosas del presidente López Obrador, fueron suficientes. A partir de esas señales, la comunidad de la UNAM tiene y seguirá teniendo perfectamente claro, que la institución es vista como un enemigo por el gobierno y el proyecto político lopezobradorista; que si lo permiten, la UNAM acabaría como acabó el CIDE: tomado por asalto para someter al pensamiento crítico e independiente, además de que sería convertida en una academia de adoctrinamiento de las futuras generaciones militantes y promotoras de la 4T y el esquema de dádivas gubernamentales.

Por más que el presidente y varios de sus principales cuadros se hayan formado en sus aulas, su comportamiento personal frente a la universidad y la conducta institucional de sus legisladores, proponiendo reformas que lesionarían la autonomía, han formado en la comunidad universitaria la convicción de que el próximo rector debe ser un personaje con la experiencia política y administrativa, el carácter y los conocimientos necesarios para defender a la UNAM en un escenario político especialmente adverso; pero también con la suficiente sensatez para evitar que la universidad entre en guerra con el gobierno, pues ello provocaría, casi de inmediato, el castigo presupuestal a la institución.

Por la circunstancia nacional actual, el escenario de polarización incluido, lo más importante en la selección del sucesor de Enrique Graue, es la definición del perfil del próximo rector. La Junta de Gobierno de la UNAM tendrá la responsabilidad de elegir a un rector para tiempos de guerra, que trabaje para lograr que la Universidad se mantenga en paz y funcionando, pero sin renunciar a su autonomía. Suena sencillo pero en realidad el reto es mayúsculo, pues además del gobierno lopezobradorista, los partidos políticos enfrentarán la tentación de hacer campaña y buscar votos en la UNAM; algo que nunca ha sido buena idea porque atenta contra la estabilidad de la vida académica de la institución y acaba afectando a los jóvenes que van a estudiar y que no quieren jugar a la huelga.

El actual rector trató permanentemente de acomodarse con López Orador y Claudia Sheinbaum y aunque le dio espacios injustificadamente privilegiados a lopezobradoristas que parecían influyentes como John Ackerman e Irma Eréndira Sandoval, y le cedió lugares de la burocracia universitaria a empleados de otro eminente militante de la 4T, Juan Ramón de la Fuente, acabó vilipendiado, calumniado y acosado desde el poder.

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Los tiempos políticos no son para entregarle la responsabilidad de la Rectoría de la UNAM a un ratón de biblioteca, ni para descargar la responsabilidad en un investigador de cubículo  que nunca haya salido de la UNAM. Los tiempos actuales exigen que la Junta de Gobierno busque un rector, o una rectora, con experiencia política y administrativa, con preparación y carrera dentro y fuera de la UNAM, pues tendrá que coexistir y negociar con López Obrador en el último año de su gobierno, y con Claudia Sheinbaum, o Xochitl Gálvez, ambas egresadas de la UNAM, en el próximo gobierno.

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