Los pecados gubernamentales de la izquierda
Por: Norberto Vázquez.
Expedientes MX.
Todo pueblo sueña con progresar, y que sus sociedades gocen de todos los derechos que tienen a la vida. Desde que yo recuerdo de niño, cuando leía los grandes reportajes del Selecciones Reader’s Digest, me daba cuenta de las luchas latinoamericanas y creía fielmente en los “gobiernos emanados del pueblo”. A los siete años estaba empapado de los sandinistas en Nicaragua, y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador.
Mi decepción por estas luchas, ha sido constante. Miles de muertos y batallas de guerrillas para que casi la mayoría de las naciones centroamericanas siga cargando a pillos, demagogos y caciques como gobernantes.
Los gobierno de izquierda solo llegaron al poder a imponer sus frustraciones. La división social, por ejemplo. Todo el mundo sabe que es el principal pecado de la izquierda. Es famoso el dicho de que entran dos izquierdistas al servicio y salen tres corrientes de izquierda…pregúntenle al PRD, y el día en que falte en Morena el señor López, me dirán en cuantos satélites se dividió ese partido.
Siempre tienen la sensación de superioridad moral. Uno de izquierdas siempre se creerá moralmente superior a alguien de derechas. Al fin y al cabo, se sabe abogando por una sociedad más justa, más solidaria, con un reparto más equitativo de los recursos y menos individualista. ¿Hágame el favor?
La izquierda, que se ha erigido por décadas como el único sector social y político moralmente habilitado para gobernar y representar a la ciudadanía, en toda Latino América la hemos visto ejecutando las acciones contra las cuales ha levantado un discurso hipócrita que distingue entre “buenos” y “malos”.
Con ello, alimenta la frustración de quienes ven en la legítima actividad, progreso, creatividad, emprendimiento y talento de otros, el origen de sus dolores. Ellos tienen, son malos. Que pensamiento más tonto. Vivan los que solo estiran la mano y los del crimen organizado, ya que estos últimos, según sus teorías, son producto del mal logrado neoliberalismo.
Durante más de un siglo ha criminalizado el capitalismo y en consecuencia durante décadas han aspirado a bloquear la iniciativa privada y la acción natural del mercado, en algunos lugares con lamentable éxito.
¿Por qué se pelean con el poder empresarial si es el que da empleos y les da impuestos? Acusan de chupasangres a los empresarios y de codiciosos a quienes aspiran a mejorar su posición económica. Todo lo que piensa la inmensa mayoría de los seres humanos.
Los críticos señalan un listado de actitudes que ponen a pensar: llevan años gritando en la calle que “el pueblo unido jamás será vencido”, pero jamás han intentado unir al pueblo. Ya que están en el poder, siguen jugando electoralmente con el: dadivas, despensas, promesas, subsidios, pero jamás los verás dándoles educación, empresas o negocios.
Denuncian las aberraciones del régimen democrático, pero no presentan un proyecto político serio, de mediano plazo, que demuestre sus bondades en contra del modelo neoliberal que hoy, supuestamente, está minando con la dignidad humana.
Así de fácil: reducen su práctica política a solo a denunciar las acciones degeneradas de la temible oligarquía.
Seamos sinceros, la realidad histórica muestra que el tema no es la lucha de clases, que el daño a la humanidad no es el sistema capitalista en sí mismo, sino los pésimos gobiernos de izquierda que nos saben convivir con los mercados. Una izquierda moderna, sabría ser aliado de los grandes capitales.
Durante la primera década del presente siglo fueron elegidos presidentes de izquierda en 12 de los 18 países democráticos de América Latina: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.
Para mediados de la década pasada, más de las dos terceras partes de los latinoamericanos estaban siendo gobernados por la izquierda.
Este fue un logro de proporciones históricas para una izquierda que durante los 50 años anteriores solo había ganado unas elecciones presidenciales: las de Chile en 1970, que además desembocaron en el golpe de Estado contra Salvador Allende.
Bueno pues la mayoría de esos gobiernos acabaron mal. Todos pobres y expulsando migrantes hacia el peor de los capitalistas: Estados Unidos.
¿Se trata tan solo del desgaste natural o de los errores tácticos que han cometido los distintos presidentes de izquierda?
A lo largo de los años, sin duda, me he dado cuenta de algo muy claro. La izquierda es la esperanza de inclusión para las mayorías en la región más desigual del mundo. Pero ya que llegan a los gobiernos, la izquierda se vuelven igual, o peor de rapaces que las administraciones de derecha. Pregúntenle a Daniel Ortega, que terminó emulando a Anastasio Somoza Devayle y reprimiendo a su pueblo. Así la famosa izquierda.
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