Los días de calor
Los calores y los apagones son la flor del día. Camelot.
Son días de calor donde, me imagino, Tierra Blanca arde, así como el huamachito florece Y el calor nos ataranta. Uno corre a las plazas comerciales a tomar un café y evitar ese golpe de calor que, aseguran, ya cobró 13 víctimas en el país. El presidente AMLO sufre un revés porque con el autoritarismo de él mismo y su director de Pemex, le retiraron la pensión a Amparo Casar y eso sí que no se puede, manito, un juez ya le dijo nones, eso no se puede. La canción de moda ahora es la de Yuri, Con el apagón que cosas suceden, dedicada al inútil de Manuel Bartlett, bueno ni tan inútil, un día de hace algún tiempo hizo caer al sistema y cambió el panorama político del país. Mientras eso sucede busco anécdotas de escritores.
Mark Twain, en uno de sus viajes en tren por EE.UU., se topó con el revisor y no encontraba su billete. Tras una larga espera mientras el escritor buscaba por sus bolsillos, el empleado dijo:
—Ya sé que es usted el autor de Tom Sawyer, así que no se moleste, estoy seguro de que ha extraviado el billete.
—El problema es que, si no lo encuentro, no sé dónde debo bajarme —confesó Twain.
Federico García Lorca escuchaba a Rubén Darío, que en un momento dado recitó el siguiente verso: …que púberes canéforas te ofenden al acanto. El poeta granadino se levantó entonces y dijo:
—A ver, otra vez, por favor, que sólo he entendido el “que”.
Haruki Murakami se levanta a las 4 de la mañana y trabaja seis horas. Después de comer corre 10 km. o bien nada 1.500 metros, lee, escucha música y se va a la cama a las 21.00. Trata de seguir esta rutina cada día sin ninguna variación de forma que, según explica, termina sumiéndose en una especie de hipnosis que le permite alcanzar un profundo estado mental.
Jorge Luis Borges se encontraba en el funeral de su madre, Leonor Acevedo de Borges, cuando una mujer se le acercó a dar el pésame:
—Pobre Leonorcita, morirse tan poquito antes de cumplir los 100 años. Si hubiera esperado un poquito más…
—Veo, señora, que es usted devota del sistema decimal —replicó el escritor.
Víctor Hugo se encontraba visitando la Suiza germanófona cuando entró en un restaurante. Dado que no sabía alemán, optó por pedir el plato más caro para asegurarse de que sería bueno, así que se decantó por un “Kalaische nach Rheinfall”. El camarero quedó sorprendido al comprobar que el escritor francés no quería comer, sino que prefería dar un paseo en calesa hasta las cataratas del Rin, también ofertado en la carta.
Ramón del Valle-Inclán fue citado ante el juez en cierta ocasión con motivo de un alboroto que había armado. Tras declarar su nombre y su oficio, este es el diálogo que mantuvieron:
— ¿Sabe leer y escribir?
—No.
—Me extraña la respuesta.
—Más me extraña a mí la pregunta.
Rudyard Kipling se encontró un día con que el periódico que leía había publicado por error su epitafio. Inmediatamente, escribió a uno de los editores pidiéndole que, ya que estaba muerto, no se olvidaran de borrarlo de la lista de suscriptores.