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La tumba del Papa

La tumba del Papa

La tumba del Papa
Columna ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez

Hace unos años, anduve y andé por la tumba de los papas en Roma, en El Vaticano. Rememoro la visita a la más famosa de esas tumbas: Voy camino a la tumba de los papas. Camino con respeto, como lo hacen muchos, una música sacra le da tono de mortandad y duelo. Paso y veo la del pobre Juan Pablo I, al que dieron veneno eclesiástico, según cuentan los libros, “En el nombre de Dios” y “Como un ladrón en la noche”. Cinco pasos adelante está el sepulcro del hombre amado, Juan Pablo II, que lo sucedió después de aquellos 33 días, la edad de Cristo en años, aquel año que tuvimos 3 papas, su tumba está repleta de fieles, los vigilantes piden apresurar el paso frente a esa tumba fría y de mármol, con su nombre y año de fallecimiento, un cordón da paso a la gente que quiera estacionarse y rezar o contemplar. Me pongo enfrente. Pido por las peticiones y encomiendas que traigo. Hay una reverencia y un amor y cariño a Juan Pablo II, el Papa polaco, el Karol Wojtyla que un día vino del frío para tirar muros y acabar con el comunismo y darle un poco de esperanza a la humanidad. Tres pequeños arreglos florales. Nada de velas. Se postran enfermos y sanos, clérigos y curas, monjas, jóvenes sacerdotes en formación. Un joven blanco, polaco de seguro, reza y cierra sus ojos, escurre una lágrima. Toca el frío mármol y lo besa. Se retira. Allí me quedo por minutos, la seguridad nos apresura a los que estamos enfrente. Hay devoción y amor, se siente y se palpa en ese ambiente. Pretenden dejarle mensajes y cosas personales, no lo permiten. Salgo de allí y a pocos pasos, a la izquierda, la tumba de San Pedro, el patriarca al que Jesús encomendó la construcción de su iglesia católica. Subo unas escaleras y busco penetrar a la Basílica. Voy al encuentro de La Piedad, la otra obra maestra de Miguel Ángel, la contemplo por minutos. Salgo, camino entre la plaza, veo en el piso una placa de mármol con la fecha 13 de mayo de 1981, todo en romano, es el día en que un turco locochón disparó contra Juan Pablo II, el tal Mehemet Ali Agca, a quien Su Santidad perdonó tiempo después. En aquel atentado que vino del lado comunista y que acortó su vida y que en la policlínica Gemelli salvaron la misma vida.

110 AÑOS EN TREN

Cada que puedo, lo he hecho en Paris (La Gare), Berlín (Hauptbahnhof), Atocha de España, Portugal, Washington y Nueva York, cuando ando de viaje voy a sus terminales de tren. Reflejan la vida de sus ciudades. Los movimientos de sus habitantes. La de Berlín me impresionó, porque solo la había visto en las películas de nazis, quedó remodelada igual muchos años después del bombardeo. Pero hay dos que son señeras, únicas en el mundo, las dos tienen sus historias, las dos las conozco, la de Washington y Nueva York. Estas dos últimas una vez las recorrí, cené en sus afamados restaurantes dentro y tomé el tren Antrak que me llevó de Washington a Nueva York, pasando por Filadelfia, no pude bajar para saludar a los Padres Fundadores de la Patria que allí formaron y forjaron una Nación libre y poderosa. La Grand Central Station, así llamada, cumple 110 años. Tiene su historia, cientos y miles de películas allí se han filmado, apenas antier vi una. La otra, Grand Central Terminal es una de las joyas arquitectónicas de la ciudad de los rascacielos, que ha conseguido sobrevivir durante un siglo conservando su estilo. En la década de los 50s la Grand Central Terminal estuvo a punto de ser demolida, el motivo fue el precio del metro cuadrado de terreno en Manhattan y el descenso en el uso del ferrocarril, debido al auge del automóvil, conjuntamente con la creación de nuevos lugares de residencia. Para salvar la estación se decidió vender el edificio construido en su parte trasera y crear zonas comerciales dentro del recinto, con la esperanza de atraer al público. De la venta del edificio de oficinas surgió el rascacielos Pan Am, actualmente Edificio MetLife, con 59 plantas. El éxito fue rotundo, es mayor el número de turistas que entran a comprar en sus tiendas, a comer en sus restaurantes o a sacar fotografías los usuarios del tren, los cuales superan las 750.000 personas diarias.

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