Ética y Sindicalismo (Tercera de tres)
Por: José González Cedillo
En los hechos, la ética sindical parece que está fuera del contexto laboral, sobre todo cuando se trata de trasparentar el uso de los pesos y centavos que aportan los trabajadores sindicalizados vía cuotas, así como entregar cuentas claras de la adquisición de bienes muebles, inmuebles y demás patrimonios adquiridos con tales recursos.
Vergonzoso conocer cómo un trabajador de base, con salarios escasos para mantener a su familia accede a una dirigencia sindical y se vuelve millonario; de sobra está decir de dónde obtuvo su caudal, acciones de ratería que se manifiestan en las organizaciones gremiales de los apartados A y B del Artículo 123 Constitucional.
Es preciso enfatizar que las cuotas sindicales son aportaciones voluntarias vía descuento sindical o aportaciones directas, para gastos de operación en la defensa de los intereses de los agremiados y no una gran compensación para consumos personales o de comparsas privilegiadas.
Frente a esta realidad la ética forma parte de los anhelos y esperanzas de los trabajadores que voluntariamente cooperan para el enriquecimiento de sus líderes que a la postre se convierten dueños gremiales y les molesta que les pidan cuentas.
En reciente Foro laboral convocado en la Cámara de Diputados, el tema se encaminó a la transparencia y las autoridades invitadas expresaron que si deben trasparentar el uso de las cuotas sindicales que inclusive, aseguraron, es una obligación rendir cuentas.
¿De verdad es necesario que ante la falta de honestidad de las dirigencias se tenga que acudir al Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje o a las instancias de la Secretaría del Trabajo para exigir que se diga en qué se usan los montos de las cuotas sindicales porque el motu proprio nomás no se da?
Es momento que la ética debería hacer su mayor esfuerzo y llamar la atención de los dirigentes, pero es una palabra ajena a sus conciencias de clase asalariada; no existe.
¿Debería existir una Comisión de Ética por obligación constitucional y en caso de no funcionar se declare un “estado de excepción sindical”, que en estricto sentido, se refiere a la aplicación de un mecanismo que se encuentra establecido dentro de la Constitución Política el cual puede ser puesto en práctica por el presidente o jefe de Estado cuando en el país se presentan perturbaciones o problemas graves?
Los enriquecimientos ilícitos de las dirigencias nacionales, seccionales o por centro de trabajo atentan en contra de la paz social de manera subterránea porque atenta contra la democracia electiva y participativa, genera un foco de infección social que encarece la vida laboral y el bienestar familiar porque las reivindicaciones nomás no llegan a los bolsillos.
¿A ese grado de “excepción sindical” se debe llegar ante la necedad de las dirigencias y de la omisión del Estado en el tema de la transparencia de las cuotas sindicales?
Para tener un punto de referencia habría que hablar de Demetrio Vallejo, un líder sindical auténtico bien nacido que impulsó el bienestar gremial, la demanda de un salario justo y mejores condiciones de trabajo cuya férrea defensa lo llevó a prisión durante once años.
Los filibusteros que lo llevaron tras las rejas en contubernio con autoridades fueron lideres ofendidos a quienes se les quería quitar el negocio de las gestiones de las necesidades obreras a modo de los patrones y de empleados federales de quinta.
Vallejo dejó como herencia las ideas libertarias para la sociedad y, sobre todo, para el individuo, el impulso a la vida democrática en el seno de los sindicatos, de las dirigencias, cuyo actor principal es el propio asalariado. Podría decirse que es uno de los antecedentes del Humanismo Mexicano o del Progresismo Mexicano que aún están en un proceso conceptual.
Veamos los aciertos de los movimientos obreros en el mundo. Gracias a las luchas sindicales a través de movimientos masivos y por la vía pacífica, es decir, sin pérdidas humanas, se logró la jornada de ocho horas y salarios accesibles, carentes aún de justicia respecto a las ganancias y el reparto de utilidades.
Es prudente recordar que varias movilizaciones gremiales fracasaron, pero lograron cambiar el rumbo de la historia al sembrar semillas revolucionarias, impulsaron grandes trasformaciones respecto de los derechos laborales que impulsaron reformas políticas, sociales y económicas.
Frente a la globalización y el neoliberalismo, la inestabilidad del empleo y la esclavitud son fantasmas que siguen ahí con posibilidades de materializarse y tomar acciones poltergeist.
Las organizaciones sindicales pierden la perspectiva de actuar de manera conjunta y protestar por la carestía de la vida frente al aumento de los precios de los alimentos, entre otros asuntos, inclusive, aportar modelos políticos, sociales y económicos desde la base trabajadora como el caso de Lech Walesa, en Polonia.
En el caso de nuestro país existen herramientas para abanderar mejor las demandas de los asalariados y servidores públicos con la reforma laboral de 2019 a partir de la democracia sindical, la libre sindicación, la integración de comités nacionales con paridad de género, elecciones a través del voto personal, libre, directo y secreto, la transparencia obligada del uso de las aportaciones sindicales.
Hace falta que los sindicalizados despierten del letargo en el que se encuentran respecto al sano desarrollo de las organizaciones gremiales que, en conjunto con gobiernos de izquierda, progresistas, donde el centro de la discusión sea el ser humano y no el capital y la ganancias individuales, de nueva cuenta el sector laboral podrá ser parte fundamental de la transformación del país.
De acuerdo con el psicólogo Nahum Montagud Rubio, de la Universidad de Barcelona, España “la ética laboral es el conjunto de normas que establecen qué está bien y qué no en el desarrollo de una determinada actividad profesional”.
Asegura que “normalmente quebrantarlas solo implica la pérdida de prestigio y confianza en el trabajador que no las ha seguido, aunque hay casos en los que las faltas morales pueden implicar medidas penales”.
La ética profesional busca favorecer el bien común por encima de los intereses particulares de cada trabajador, es decir, poner en el centro de la discusión al ser humano, al trabajador, con base en derechos y deberes; y, con base en el respeto de valores y conductas éticas y morales, contribuir al desarrollo de sociedades más justas e igualitarias, sin caer en la demagogia.
A los directivos sindicales corresponde brindar trato igual y respeto a quienes pagan sus cuotas, lo que los obliga a tratarlos en forma justa, imparcial y apegada a los estatutos.
Las dirigencias nacionales éticamente tienen conocimientos de la legalidad para una mejor protección de sus afiliados, de hecho, muchas organizaciones de trabajadores de universidades, del sector educativo, profesionistas y técnicos, versados en las ciencias sociales y económicas tienen a su cargo grandes conglomerados y no necesariamente son los mejores dirigentes.
El respeto a los valores universales, a las formas y los tiempos de mando dicen mucho de la formación ética de algunos dirigentes, pero cuando la soberbia y los aires de grandeza se apoderan de ellos, los problemas se incuban al interior de las dirigencias.
La ética, en suma, se ocupa de analizar los principios y valores que guían la conducta humana hacia la libertad y la justicia, y de reflexionar sobre los valores que orientan nuestras decisiones y acciones en favor de todos, incluidas las dirigencias nacionales. El bien común es la ética y la ética es el bien común.