Encrucijadas de las horas
Por Ivette Estrada
Nadie te enseña a decidir. No hay una asignatura en los planes de estudio y en la familia se asume como una competencia intuitiva que no merece práctica ni disertaciones ni tiempo. Así andamos en el mundo sin brújula ni guía, porque decidir es el inicio de las grandes y significativas metas.
Una de las competencias menos usuales en el ámbito laboral es precisamente tomar decisiones. Se trata de una tarea que continuamente postergamos, dejamos al azar o buscamos afanosamente quien lo determine por nosotros.
Decidir es un laberinto tortuoso. Nos lleva a terrenos no imaginados y conduce a terrenos desconocidos, con consecuencias inimaginadas. Paradójicamente, la decisión es la punta de lanza para avanzar en los proyectos y trazar el destino de cualquier misión.
¿Por qué rehusar y temer? Porque somos reacios a asumir el destino que cada uno, conscientemente o no, forjamos. De alguna manera creemos que “todo se resolverá solo”. Es un desprendimiento del propio poder para concretar y cambiar. Es dejar suelto el timón de la vida con la esperanza de arribar a mejores puertos.
En gran parte, decidir se basa en la imaginación. En vislumbrar opciones y crear escenarios acordes a acciones claves. Sin embargo, los datos tienen un rol trascendental para crear las posibilidades por las que podemos inclinarnos.
No todas las decisiones tienen un fuerte sesgo racional. Muchas emergen del confuso y poco claro mundo emocional. Algunos solemos darle un peso específico a la intuición y aguardamos la noche para que en la tela onírica aparezcan respuestas.
Sin embargo, decidir no debe delegarse a la voz interna que nos señala el destino. Es confrontar posibilidades y darles pesos específicos. Por extraño que parezca, al cuantificar se revelan oquedades y razones en apariencia desapercibidas.
Solemos tomar mejores decisiones cuando conocemos el negocio e industria en la que participamos. También cuando hemos invertido determinado tiempo en saber lo que queremos de cada situación y en qué momento. El autoconocimiento es clave.
Otro elemento crucial para decidir es la investigación. Entre más información se posea de un asunto determinado, mejores evaluaciones pueden generarse al respecto.
Dicen que la negociación y la decisión son primos hermanos y tienen razón. Tienen similitudes no imaginadas y tales rasgos compartidos nos pueden ayudar a tener una visión holística determinante para generar las mejores opciones.
Ahora, además de conocernos y establecer claramente el marco contextual del asunto y las minucias que pueden volverse trascendentales, ahora conviene darles un valor y enlistarlas.
A veces resulta muy simple sumar las características positivas de aquellas que no lo son y optar por las que mayores puntajes alcance. Pero la vida no es un simple maniqueísmo. No hay clasificaciones tajantes ni “puras”. El mundo está plagado de ideas contrapuestas y paradojas. Navegar en ese mundo de incertidumbres es parte de la vida personal y profesional. Y ante este angustiante panorama deberemos echar mano de lo más próximo y simple que tenemos a la mano: los datos. Y la Inteligencia Artificial puede ser el último salvavidas si ahora detectamos que estamos a nada de ahogarnos.
Te puede interesar: Si me permiten hablar