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El mundo mítico, maestro del conocimiento social

El mundo mítico, maestro del conocimiento social

Por Ivette Estrada

Existe un mundo de ficción en el que nos adentramos al menos una hora diaria, un universo paralelo que nos deja inermes a su poder e influencia: las redes sociales. Un lugar donde nos comportamos de manera diferente mientras se moldea la manera en la que aprendemos comportamientos sociales.

Nunca aprendemos de forma indiscriminada. No nos limitamos a “copiar” a quien vimos recientemente. Automáticamente sólo aprehendemos lo que nos causa la mayor impresión. Esa es la forma sesgada de aprendizaje social.

Si representamos lo que aprendemos de los demás como un embudo o pirámide invertida, la parte más gruesa corresponde a personas con prestigio real o figurado, con aquellos que consideramos relevantes por sus logros, estilo de vida o credenciales. Después, en un segundo estadio, aparecen los miembros de nuestros círculo o grupo interno, los “cercanos” que pasan a un tercer filtro o criba donde sólo trasciende la información moralizada y emocional.

La información más neutral solemos desdeñarla de manera consciente o inadvertida, así que la que proviene de personas no destacadas o que carecen de relevancia social, política o económica. De alguna manera asumimos: “no tengo nada que aprender de esta persona”.

Ahora, las personas de nuestro entorno son más emulables para nosotros. Esto porque comparten una realidad análoga: vida, entorno, creencias y culturas más parecidas a las nuestras.

En cuanto a la información moralizada y emocional, capta más nuestra atención porque es información potencialmente amenazante.

Quien perturba a un grupo, es egoísta o violento nos alerta la información moralizada mientras la emocional la relacionamos con una amenaza potencial en nuestro entorno.  Por lo tanto, estos sesgos suelen ser funcionales.

Ahora, cuando los algoritmos deciden lo que debemos ver, nuestra preferencia por la información relevante se vuelve menos útil.

Los algoritmos, lo que hacen, es tratar de mantenerte en una plataforma. Ven a qué prestamos atención y nos dan más de esa información. Entonces lo que inicialmente asumimos como relevante se distorsiona al sobrerepresentarse.

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Lo inusual se normaliza, el peligro se vuelve parte de la cotidianeidad, las percepciones erróneas sobre las personas y los hechos se multiplican. Aparece una sensación inflada de conflicto y polarización que fomenta ciertos comportamientos antisociales, como compartir información errónea o incluso participar en conflictos violentos.

Un peligro adicional es que ya no reflexionamos si las redes representan o no la realidad, eludimos los  fake neews, la desinformación y las mentiras que nos alimentan en las redes.

Aunque existen distintos estudios sobre el impacto de los algoritmos en las redes sociales, algo que podría blindarnos de la mentira sistemática es corroborar la información, contrastarla, buscar fuentes alternas y diversificar los contenidos que nos parecen atrayentes.

Algo Más: no perder nuestra capacidad de observar, interrogar y experimentar. Son acciones conectadas desde siempre al conocimiento, incluso el de índole social.


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