Ebrard, ideólogo de la disculpa pública
Tuvieron que pasar muchos años para que los mexicanos conociéramos la ideología de Marcelo Ebrard, sus objetivos ahora son claros y su proyección precisa. Pocos políticos en México dan a conocer de manera tan sincera sus fines sobre todo cuando se trata de equilibrar teoría y práctica. Así, vemos que la claridad de pensamiento y su experiencia en el servicio público le hace lanzar al mundo su herencia política que tiene que ver con tres puntos fundamentales en la historia de México: 27 por ciento de las candidaturas, Disculpa pública de Morena y reconocimiento de que no fue preciso el método de selección de la candidata a la Presidencia de la República.
Qué más puede pedir los mediocres que siguen a Ebrard como único medio para salir de las tumbas del olvido y del anonimato que les impone su sumisión. Siguen al caudillo, defensor de cuotas de poder, mínimo 26 por ciento, como sucedía con el viejo PRI; una disculpa que exalte, más aún, su ego, y, ya, para rematar, casi nada, el reconocimiento de que Morena se hizo fraude a sí misma.
Con esas teorías políticas intenta irrumpir en una plataforma política estructurada, sólida a través de una inconformidad que parece berrinche, con más ingenuidad que la oposición de derecha que mostró siempre falta de talento partidista. La ansiedad de los ebradoristas por tener en la candidatura un fin en sí mismo, por cumplir con alguien de quien ya recibieron algún favor, se muestra con claridad más que la vocación política de alguno de sus seguidores, que cada día son menos.
Ebrard quiere el poder por el poder, pareciera que ya le pagaron para que lo consiguiera pero las cosas salieron mal. No era el que pensaba, fue el que creía ser. Si obtiene el poder no sab}ría que hacer con él como le sucedió a Fox.
Ebrard nunca fue de izquierda, nunca se acomodó en Morena, se sentó en una silla, al parecer alquilada, pero nunca tomó posesión como miembro de Morena. Ahora, él y sus seguidores demuestra un gran terror por no cumplir lo que prometieron a alguien, porque estaba seguros de ganar y al no hacerlo le van a quedar mal, muy mal.
La miseria ideológica de Ebrard, como la de cualquier golpista, recuerda al venezolano Juan Guaidó, sin más proyecto que obedecer las órdenes de derrocar el gobernó y hacer todo lo contrario; así, trata de disfrazar los verdaderos objetivos de una derecha que está dispuesta a todo para evitar el avance de regímenes progresistas y volver con gobiernos autoritarios para que les regresen los privilegios que, finalmente se convierten en un verdadero homicidio contra las mayorías.
Así, la ideología de Ebrard es lo de menos, puede reducirse a un simple pliego petitorio con más rencor que ideología, la cuestión es que aparezca en los medios y lo demás, es, lo de menos. Si se va a un partido éste será MC que nunca se ha caracterizado por tener ideología, de hecho, llega con tanta obsesión Ebrard que bien puede decirse que comprará acciones de Movimiento Ciudadano, últimamente devaluadas, y Dante vende un porcentaje de su propiedad con un sobreprecio. A final de cuentas ni MC vale lo que Eb