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Democracia y Transformación

Democracia y Transformación

Democracia y Transformación
Por José García Sánchez

La existencia del ser humano en el mundo antes de la democracia pasó de ser la de personas en un mundo cambiante, al de personas que impulsan el cambio. El resto son quienes nada quieren que cambie y que todo siga igual, por lo regular ese estancamiento históricamente ha intentado alcanzarlo fuera de los cauces democráticos, incluso a través de golpes de Estado o de fraudes electorales.

Podríamos asegurar que los fraudes electorales son equivalentes a golpes de Estado, porque se impone un gobierno contra la voluntad del pueblo, situación que vivimos repetidas ocasiones en México y no hubo castigo para los culpables que gozaron de impunidad gracias a un Poder judicial de derecha que actúa no sólo en complicidad con los poderes fácticos sino bajo sus órdenes.

La indiferencia impuesta desde los viejos gobiernos por un grupo reducido de personas, el culto a la personalidad del Presidente, la mentira como esencia del mandato, entre otros factores alejaron a los mexicanos del ejercicio político.

La participación política es un deber, un derecho y una obligación en una sociedad consciente. El rechazo a la participación política es producto del alejamiento de la población de los gobernantes del pasado, de la manera que despojaron a los mexicanos de las decisiones, expulsados del mando, de la voz y de la palabra. De ahí que digan que la política no es lo suyo a pesar de ser una de sus tareas más trascendentes de su vida que les otorga identidad en la sociedad.

Se les impuso a los mexicanos el criterio de estar lejos de la práctica política porque no estaban preparados para ejercer ningún rol en la sociedad, ni siquiera eran capaces de elaborar una carta para solicitar un cambio a su favor. La política era una actividad para iniciados, expertos en corrupción.

Los políticos del pasado son los responsables de este desmembramiento entre población y política. Un divorcio impuesto a sangre y fuego. Con una exaltada revolución como gesta popular y, lo peor como parteaguas en la historia, que no fue revolución, sino el inicio del descrédito constante de las movilizaciones desde los medios convencionales que, posteriormente, expulsaban cualquier participación, una y transición política que nunca lo fue, una alternancia simulada, con la criminalización sistemática a la inconformidad social, la denostación de las protestas gremiales, el ejercicio político fue desdeñado por los mexicanos como si se tratara de una enfermedad.

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Todo cambio que realmente lo es sale de las reglas, y no se diga de las leyes, cuya reforma se ha paralizado más por sabotaje que por evolución política. Los cambios deben empezar, ahora más que nunca desde la cabeza del poder, los beneficiarios son quienes impulsan esos cambios y nos una burocracia golpista que detiene el desarrollo de un país.

Cuando la oposición clama que se violenta la ley ante las decisiones de un gobierno que escucha a la población es que es tiempo de reformar las normas. La democracia no sólo el estricto apego a las leyes sino su transformación a petición expresa del pueblo. En ese sentido quienes quedan a la saga son quienes impidieron las reformas argumentando que son inamovibles, luego de que ellos las cambiaron en beneficio de todos algunos dejando al pueblo a un lado de esas decisiones.

La democracia también cambia, para comprobarlo basta con aguzar el oído y escuchar lo que la gente quiere, necesita y exige.


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