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Cabildear o traicionar

Cabildear o traicionar

Cabildear o traicionar

La distribución de curules en el Congreso mexicano exige cambiar el significado de las palabras en el Poder Legislativo y empezar de nuevo a valorar su responsabilidad social. Los legisladores tienen representación con la gente, no con los líderes de su partido ni con los coordinadores parlamentarios. Así, deberán actuar en consecuencia a las necesidades de sus representados y no con los caprichos de sus jefes.

La necesidad de negociar, cabildear, convencer, será parte de los trabajos cotidianos de todos los partidos políticos de aquí en adelante.

La herencia del partido único que implantó el PRI dejó secuelas que carcomieron más de una ideología en el país. Porque para fines de lograr mayorías la negociación siempre fue denominada traición, incluso si un diputado apoyaba una iniciativa de otro partido, se afirmaba en los medios que ese legislador formaría parte de las filas del partido beneficiado con su vto. Cosa que pocas veces sucedió.

La negociación parlamentaria no es necesariamente traición ni anuncio de abandono de las filas de un partido. La responsabilidad de los diputados y senadores consiste en sacar leyes adelante y no exponer sus frustraciones en tribuna, escena que fue muy socorrida por algunas personas de la derecha que mostraban vocación histriónica y no de servicio.

Es tiempo de negociar no de traicionar. De evaluar lo que en realidad conviene a los representados, quienes en ningún momento conocen el tema que se discute en el Congreso. Y cuando tratan de entrar a la llamada Casa del Pueblo, les exigen una serie de requisitos que es imposible estar presentes en las decisiones de quienes los representan.

Para entrar a la Cámara de Diputados es necesario que alguien de adentro, es decir un diputado otorgue el permiso al acceso a ese reino que está separado de la población, que se registre, identifique y tome una fotografía y después lo sueltan sin ninguna guía para que pregunte sobre su destino a la primera persona que se encuentra a su paso. Toda una Odisea que no debería existir.

El acceso a la Cámara de Diputados y Senado no sólo es restringida, por seguridad sino prohibida por culto a la personalidad, disfrazado de paranoia para evitar supuestos atentados a los legisladores. Los tiempos en los que parte de la vestimenta de los diputados era la pistola al cinturón ya pasaron. También pasaron los tiempos de esa seguridad absurda para proteger de los fantasmas del pasado a diputados y senadores.

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Con esos pretextos la población se ve obligada a tomar distancia de sus representados, deben esperar a que se digne a visitar su colonia para decirle lo que necesitan, lo que piensan y lo que quieren que los legisladores hagan.

La negociación mitiga esa distancia porque previo a cualquier alianza está el contacto directo con la población de los puentes que haya entre la gente y los legisladores dependerá que el Congreso camine. La palabra traición está en la punta de la lengua de los políticos mexicanos, la esencia de la concertación parlamentaria está muy lejos de ser real en México. Ceder o conceder es, por el momento peor que la muerte

En este momento para unir fuerzas, debe negociarse, lo cual implica una capacidad que nuestros legisladores no han desarrollado en l último medio siglo, porque para ellos sólo hay traidores. Es decir, no hay quien vote de manera individual sólo aquellos que intercambiarán su voto a cambio de entrar al partido que se beneficia con su voto y ya dentro, mantener una posición de privilegio. En algo más parecido a la guerra que a la política. Los chapulines dejarán de saltar para convertirse en desertores.


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