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1985: un terremoto nos cambió

1985: un terremoto nos cambió

1985: un terremoto nos cambió
Arturo Ríos Ruiz

Hace 38 años y un día, la ciudad de México, principalmente, se sacudió como nunca por el terremoto que casi acabó con el Centro Histórico, también conocido como el Primer Cuadro de la capital. El reloj marcaba las 7.19 horas e inició con un leve vaivén que nos alertó en la redacción del Sol de México, en su edición de Mediodía.

Me tocaba cubrir lo que fue el Departamento del Distrito Federal, le cambió el nombre Cuauhtémoc Cárdenas, el primero de Izquierda en destronar al PRI en esa posición tan importante del país. Fui el primer reportero de medio escrito en salir a reportear el suceso. Jacobo Zabludovsky, lo fue por la radio.

El primer espectáculo que se observó fue una capa de humo y polvo, carreras desquiciadas del temor y damas desmayadas; la ciudad semejaba haber sido bombardeada. Mi amigo Arnulfo Magaña motociclista de la Policía, se presentó a auxiliarme y realizamos un recorrido suficiente para relatar el desastre en que quedó la urbe.

Mi papel, además de reportero, era columnista, Me acercaron los datos que casi dos decenas de edificios derrumbaos, eran propiedad gubernamental y que al menos una docena eran propiedad de Ramón Aguirre el Regente, como se conocía entonces el cargo.

En mi columna, comenté lo anterior con mi punto de vista pleno de críticas a la administración de Aguirre, además su negocio personal desde el importante cargo en el gobierno de su amigo, Miguel de la Madrid Hurtado.

A las dos horas en que se publicó la edición, era costumbre de todos buscar el lugar que ocupaba la nota de cada, la principal en la participé, pero la columna con mis consideraciones fue omitida. En aquellos tiempos no se podía preguntar el por qué no se publicaba algo y sólo apechugué.

Más tarde me enteré que la institución Departamento el Distrito Federal, mantenía un jugoso convenio publicitario, el más importante de la edición. Entendí resignado y fue parte de mi experiencia en el periodismo cuando uno es pieza relativa y su libertad, está condicionada a intereses de todo patrón.

Todos los que recorrimos el desastre en aquel 1985, quedamos marcados por la tragedia tan monstruosa; miles de muertos bajo los escombros, anécdotas inimaginables por su crudeza, otras simpáticas que se volvieron chistes.

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Entre las últimas hubo una que no me olvido, que fue creación del vulgo: La Primera Dama, Paloma Cordero, recorría la zona de Tlatelolco, con varios edificios derribados, la señora caminaba entre el polvo y ladrillos acompañada de Nancy Reagan, esposa del presidente de los Estados Unidos.

Pero, los mexicanos, siempre convertimos la desgracia en chiste: brotó la chuscada en medio de la tragedia: Que al llegar las damas a Tlatelolco la señora Cordero, dijo a la estadounidense: “Señora Reagan, usted disculpe el tiradero”.

La realidad, es que la señora Cordero, realizó un papel ejemplar en apoyo a su esposo, el presidente y siempre ejerció un papel encomiable en aquella administración.

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