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Desde la Berma

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Manual del Diablo Villamelón
Por Jorge Carrasco V.

El buen sabor de boca dejado por la participación de México en el Campeonato Mundial de Béisbol, ha creado una nueva clase de espectadores que acuden al Estadio Alfredo Harp Helú, el más caro del país, sin saber nada del rey de los deportes.

Para tratar de ocultar su ignorancia, se compran la última camisola del equipo, la horrenda color menta, que es más bien una mentada a la tradición escarlata.

Acudirán casi siempre en auto, aunque para ello tengan que pagar las abusivas tarifas del estacionamiento. Y que los obligarán a caminar casi como lo tendrían que hacer para llegar al Metro Puebla.

Comprarán de los boletos más caros, aunque tendrán que revisar los precios que cambian casi tanto como la bolsa de valores, a capricho del administrador.

Se desquitarán de que se trate de un inmueble libre de tabaco, consumiendo una tras otra cerveza, lo que ha convertido al Harp Helú en la cantina más grande de México. Aparecerán en la pantalla gigante, mientras al grito de ¡fondo,fondo!, los alientan a vaciar su vaso, algo más grave cuando se trata de mujeres que saldrán trastabillando del estadio.

Satisfarán su afán protagonista sacando infinidad de selfies a mitad del juego, sin importarles si obstruyen a los que si quieren ver el juego.

Harán todo tipo de desfiguros con tal de salir en la pantalla gigante.

Reclamarán airadamente al recoger bolas por no regalarlas, sin saber que no están en un estadio de Grandes Ligas y que al pobre tipo le pagan por regresarlas.

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Algunos serán tan insistentes que le pedirán a los jugadores que les regalen una pelota o les den un autógrafo ¡en pleno juego!

Se sentirán con el derecho de insultar a los jugadores rivales o a los ampayeres cuando marquen algo que no les guste.

Este tipo de villamelones no se merece un campeonato.

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