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LA LUMBRE A GATELL

LA LUMBRE A GATELL

Por: Gilberto Hazz

Algún día la lumbre llega. Algún día, cuando estés o no en el poder, hay que enfrentar a la justicia. Sucede que el peleón abogado, Javier Coello Trejo, le dieron un caso donde al doctor Muerte, Hugo López Gatell, lo demandaron por negligente y por haber causado más muertes que las que se podían permitir. Anoche las televisoras le dieron vuelo a la hilacha, porque comenzaron a repetir sus sandeces, de que el cubre bocas no servía, de que ninguna vacuna serviría, de que el presidente tenía una fuerza moral y por eso no se enfermaría nunca (le dio tres veces Covid) y todas esas lindezas que solía repetir mañanera tras mañanera. Pero a cada capillita le llega su fiestecita, le llega su momento. Y ahora un juez exigió a la FGR, que ya lo había deslindado, que vuelva a abrir el procedimiento, donde lo demandaron por una muerte, por negligencia y por dar a la población ‘falsos informes’. Ahora cuenta con la protección presidencial, pero el próximo gobierno, cuando otro gobierne, aunque sea del mismo partido, los demonios y esos fantasmas se le aparecerán al doctor Gatell, el hombre más odiado en la Pandemia. Caras vemos.

 

POLITICOS ENFERMOS

Tengo a la mano y a la vista un libro. ‘En el poder y en la enfermedad’, de David Owen, las enfermedades de los jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años. Muy adecuado ahora que el presidente AMLO se puso malito, y pasaron días para que se supiera qué le había pasado, mientras se especulaba si Covid o infarto. Fue Covid. El autor del libro, que es doctor, David Owens, editó uno de 500 páginas donde da cuenta de las enfermedades de los poderosos. La de Kennedy, sin duda fue la más escondida y la más publicitada, mucho después de su muerte, la historia clínica más compleja de La Casa Blanca, enfermedad de Addison e hipotiroidismo.

El presidente padecía un mal de la columna vertebral y vivía siempre empastillado, dentro de los hospitales, el dolor formó parte de su vida y quizá por eso, porque pensaría de su corta vida, se empiernaba con la Marilyn y con quién se le atravesara. Analiza una a una las enfermedades de Roosevelt, Mitterrand, Johnson, el Sha de Persia, los dos vaqueros Bush, De Gaulle, Margaret Thatcher, Brezhnev, Kruschev, Churchill, a quien le gustaba el pomo y el puro y siempre se le vio así históricamente. Nunca negó su alcoholismo. Hay anécdotas históricas. Esta la recuerdo porque algún día la leí cuando me puse a estudiar la historia de la Guerra de Secesión. Sucede que el presidente Abraham Lincoln perdía batalla tras batalla en contra de los Confederados. No daba una el pobre y relevaba general tras general. Un día encontró al bueno. Ulysses Grant, un militar que llegaba tumbando caña. Grant comenzó a ganar batallas pequeñas.

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Sus subordinados, otros generales mandones, iban de quejosos con el presidente Lincoln a decirle que chupaba mucho, que agarraba por su cuenta las parrandas, como la Paloma Negra. El presidente, con esa vista de lince y sus barbas impecables, les respondió: ‘Ojalá y tuviera dos Grant, aunque tomaran, la guerra habría terminado hace tiempo’. Grant venció a Robert E. Lee y después se convirtió en presidente de Estados Unidos. En el poder muchos de ellos tuvieron enfermedades.

Algunos tuvieron otra enfermedad más potente: la embriaguez del poder, que contra esa no hay cura. Bueno, si hay cura, cuando se van y solo voltean a ver con nostalgia la poderosa silla presidencial que los abandona. El libro relata la polio de Franklin Rossevelt y los descuidos médicos de sus doctores navales, que lo llevaron rápido a la muerte. De Stalin no sé qué enfermedad traería, porque aún no llego a esa página, pero ese estaba mal del coco, era más sanguinario que Hitler. Y hay una cinta donde dicen que su mismo séquito, entre los que estaba Nikita Kruchev, lo envenenaron, porque ya no lo aguantaban de killer. Ejecutaba al que se le atravesaba enfrente, como Putin ahora.


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