La caseta se va y se fue
Con las leyes pasa como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen”. (Otto Von Bismarck) Camelot.
Columna ACERTIJOS por Gilberto Haaz Diez
Ayer tarde, en lo que veía la repetición del tenis donde Carlos Alcaraz avanza y el cordobés Santy González, también, en el Abierto de Madrid, comenzaron los teléfonos a repiquetear. Anunciaba Capufe, contra su voluntad, me imagino, que a partir de las 00 horas del viernes 5 de mayo, levantaban las plumas y dejaban en libertad a los automovilistas, en la primera fase; decían de clausurarla y aplicarle lo que siempre pedimos, que se fuera de aquí muy lejos. El boletín de Capufe tenía una trampa, dejaban entrever que era una prueba. Qué va, las pruebas habían sido las mentadas que por años les endilgamos los que aquí habitamos. Nada era cierto, se iban porque se iban. A los pocos minutos, el alcalde de Orizaba, JM10 anunciaba que iría al canal local de TV0, para explicar el asunto, venia de Ciudad de México y traía las notas frescas después de alguna reunión con los ejecutivos de SCT. Así lo hizo, explicó que la Caseta de Fortín, la 045, se iba para nunca más volver. Y de primera le abren el paso, y si lo vuelven a cerrar tendremos que ir todos como cuando los berlineses tiraron el Muro de Berlín, a marrazos para lograr la libertad. Explicó el alcalde, cuando le preguntaron a quién se debía el mérito, dijo que para él era José Luis Palomares, un cordobés, allí nació, y orizabeño, porque aquí se hizo político, director jurídico de SCT, quien se puso a convencer al secretario, Jorge Nuño, y este al presidente AMLO, de quitar esta terrible caseta. Habrá que ir en la mañana del primer día, para ver cómo fluye el tráfico, habrá que echar las campanas al vuelo, para decir que nunca jamás, que el pueblo tiene razón cuando protesta. La razón la teníamos todos los que protestábamos a diario, sociedad civil y organismos empresariales, transportistas, periódicos y columnistas y redes sociales, y el mérito es de Dios, porque fue su mano la que dijo: ¡Quítenla! Y como dijera Churchill en sus tiempos de combate: “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”. Habría que hacer, como hicieron cuando derribaron el Muro de Berlín, que los ciudadanos alemanes fueron a recoger piedras de ese muro malvado y las guardaron como souvenirs. Venga, pues. Allí mismo, el alcalde JM10 anunció que no le entraba más a la política, y los que le ven cara de gobernador, se apanicaron. Historia para otro día. Misión Cumplida. Estabas que te ibas y no te ibas. Por fin.
AQUELLOS AÑOS TRISTES
Se cumplen tres años de que un día una maldición nos alcanzó. Muchos señalaron que nació en China, donde unos tragones se comen carne de vampiros y murciélagos casi vivos, y lo que se les atraviese, según sus usos y costumbres culinarias. Fue en Wuhan (provincia de Hubei, China) cuando informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida, con una exposición común a un mercado mayorista de mariscos, pescado y animales vivos en la ciudad. El mundo se convulsionó. Llegó esa pandemia del Covid y el mundo no volvió a ser el mismo. Hoy quiero recordar esos tres años, porque vimos a gente morir, o amigos o conocidos que no libraron el ser intubados y no salir de los hospitales. Abuelitos que dejaron nietos en el dolor. Médicos, muchos de ellos héroes, porque al atender los casos sabían del riesgo de contaminarse. Enfermeras, por igual, unas verdaderas heroínas que arriesgaban su vida, porque era el tiempo que la vacuna no llegaba. Muchos casos fueron porque, decían, los doctores y enfermeras aun no estaban acostumbrados a intubar a gente, y allí se les morían. Paralizados vivimos un año, las empresas redujeron su personal, muchos se quedaron sin trabajo, cerraban restaurantes y los meseros deambulaban despedidos o en receso. En México llegó a 700 mil los muertos, otros dicen que el millón, y fue un fracaso del gobierno que no supo liderar la crisis a sus gobernados. El presidente AMLO decía que no se necesitaba el cubrebocas, igual su macuarro hombre de salud, el tal Gatell, y la maldición los alcanzó porque al presidente le dio tres veces Covid y al tal Gatell, un par de veces. Fue como si hubiera sido una guerra. Las estadísticas señalan que murieron entre 6.8 a 10 millones de personas. Días tristes que recordar.