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La corrupción somos todos

La corrupción somos todos

El Juglar de la Red

El juicio contra Genaro García Luna, en una Corte de Nueva York, es un salpicadero de podredumbre que embarra a todos: los que gobernaron en el pasado reciente no salen bien librados y los gobiernan actualmente, tampoco.

Si bien es cierto que son pocas las pruebas que se han presentado y muchas las expresiones de: “me dijeron”, “me contaron”, “alguien los vio”, “me enteré”, pero en muy pocas ocasiones hay una evidencia o prueba que sustenten esas expresiones.

Cierto también que los testigos y sus testimonios no son dignos de toda credibilidad, no olvidarse que algunos de ellos hicieron pacto con los fiscales de Estados Unidos para recibir reducciones de condenas pues enfrentan procesos por narcotráfico y ya fueron condenados, algunos otros son ex funcionarios de seguridad pública que enfrentaron procesos por estar coludidos con grupos criminales.

Es evidente, más allá de lo que dictamine el jurado, que Genaro García Luna estuvo inmerso en muchos actos ilegales, que su presencia en las áreas de seguridad pública favorecieron a determinados grupos criminales y que no es una perita en dulce.

Pero sentar en el banquillo de los acusados a García Luna, para el gobierno de México tenía la implicación de que también sería juzgado el expresidente Felipe Calderón y en ese punto es muy poco lo que se aportó.

Sin embargo, el propio López Obrador también recibió una salpicadura de la podredumbre que se esparce en el juicio.

Y es que “El Rey” Zambada además de declarar que le había entregado 5 millones de dólares en un maletín a García Luna en un lujoso restaurante de la Ciudad de México; también declaró que mensualmente hacía entrega de 300 mil dólares a las autoridades de la Ciudad de México, justo cuando López Obrador gobernaba la Capital del país y Marcelo Ebrard Casaubón era el secretario de Seguridad Pública.

La corrupción somos todos

Si desde el gobierno federal tomaron como ciertos los dichos de algunos testigos protegidos, quienes declararon que García Luna pagaba cifras millonarias al dueño del periódico “El Universal”; si le dieron cabida a las versiones de que en diferentes lugares y momentos se reunió con narcos que le pagaron cifras millonarias a cambio de protección; entonces la misma validez deben tener las declaraciones en el sentido de que ellos recibían fuertes sumas de dinero de esos mismos grupos criminales.

En un país donde la corrupción es el eje donde giran muchas decisiones política y donde no existe línea divisoria entre el poder público y el poder criminal, que un gobierno extranjero enjuicie a un funcionario de sexenios pasados y utilizar para ello a narcotraficantes o exfuncionarios corruptos, es un arma de dos filos que puede terminar por afectar a quienes pretendieron sacar beneficios políticos del juicio, porque ellos tampoco están exentos de ser señalados.

Y eso precisamente es lo que sucedió.

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Lo que deja ver este juicio, si creemos las versiones de los testigos, es que el narcotráfico penetró todas las estructuras de gobierno y corrompió a unos y otros sin discriminar a nadie.

Porque si bien es García Luna quien está sentado en el banquillo de los acusados, no es un secreto que los bandos políticos en México están atentos a todo lo que ahí se dice para sentar a sus rivales.

Así han estado. De pronto, surge un señalamiento que exhibe a uno y lo pone en el banquillo, pero luego la situación se invierte porque los acusadores se vuelven acusados y son los que son señalados.

Lo que nos deja claro es que en México no hay “puros” ni “limpios”; también es evidente que la corrupción, la complicidad y el dinero del narco, son capaces de corromper las más puras conciencias y con ello financiar fortunas personales o proyectos políticos.

Como diría José López Portillo: “la corrupción somos todos”.


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