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El Súper Bowl y como lo pintan

El Súper Bowl y como lo pintan

*Antes de ganar un juego, debes evitar perderlo. Camelot.

Por Gilberto Haaz Diez

Ayer el mundo americano se paralizó. Cuando comienza el Súper Bowl y cuando entra el Himno y los aviones caza vuelan las alturas el estadio, ese mundo para ellos es otro. Ya tiene horas que se metieron las arracheras y los130 mil toneladas de aguacate Hass de mi tío, el michoacano. Entonces, apoltronado en mi reposet, esperando el momento donde yo mero iba en desventaja, pues le iba a Mahones y a Kansas que no eran favoritos según Las Vegas y allá nunca se equivocan, solo te birlan el dinero en los casinos. Me acordé entonces de algunas veces que he estado en esos estadios viendo ese deporte. Una vez en Washington, en la elección de Obama, cuando vimos el juego de los lunes, para ir al estadio hay que caminar unas cuantas cuadras, porque el Metro te deja algo retirado, pero allí íbamos todos emocionados a ver al gran Acereros de Pittsburg, que habían sido una leyenda años atrás con el mariscal, Terry Bradshaw y Franco Harris, en el tiempo aquel que ejecutaron ‘la inmaculada recepción’, catalogada como la mejor jugada en 100 años en la NFL, les llamaron La cortina de acero, no solo porque en Pittsburgh tuvieran el acero, porque no dejaban pasar ni el aire. El espectáculo en los estadios lo es todo, uno ve el juego desde su butaca, pero en los alrededores internos las conejitas o bailarinas ambientan el juego, hay bares a los lados del estadio y desde adentro, cuando quieres salir a tomarte una chela, en la pantalla no interrumpes el partido. De comer, todo: sándwiches, los perritos calientes, los nachos con aguacate, baguettes y lo indispensable. Otra vez conocí el que en ese entonces era el segundo mejor estadio del mundo, el de los Vaqueros de Dallas, que está en Arlington, Texas. Ese estadio le caben 80 mil espectadores, era el mejor del mundo, porque hace poco construyeron otro más caro y grande. Allí juegan los Vaqueros de Dallas y puedes ver a las famosas vaqueritas. En aquel tiempo costó el estadio 1 mil 800 millones de dólares, otros dicen que llegaron a los dos mil (Ojo, por si el góber Cuitláhuac le quiere meter dinero al estadio Pirata Fuente, para que Fidel Kuri lleve a Los Tiburones Rojos del Veracruz). Otra vez estuve en el estadio NRG de Houston, una compañía de energía. Ahora a los estadios ya no tienen nombre, el de Dallas es AT&T, por la telefónica. Han optado por vender el nombre del estadio en varios millones de dólares, gracias al destino que al estadio Robert F. Kennedy de Washington, no le han cambiado por el Estadio Taco Bell, sigue llamándose igual. Los dineros en la mercadotecnia.

EL GRAN ESPECTACULO

Es el gran espectáculo, por eso las cifras de que cientos de millones en el mundo lo ven, y el del medio tiempo, el espectáculo donde han pasado desde Michael Jackson hasta la panzoncita Rhianna, es tipo Hollywood. No olvidemos que ellos inventaron eso. Es el único espectáculo donde el gobierno de Papa Biden permite que los aviones cazas circulen en esos aires cuando cantan el Himno. Hay que entenderle al juego, por eso en México crece y crece la afición, los chamacos ya le entienden y algunos ya le van mejor a Vaqueros de Dallas que al América. Yo Mero y un grupo de nosotros lo aprendimos porque en nuestra juventud, en la secundaria, el maestro Hugo Barragán Ortiz (qepd), nos enseñó a jugarlo de ‘tochito’, es decir corríamos y si tocabas al adversario ya estaba. No había uniformes ni cascos, apurado conseguíamos un balón y nuestro estadio eran los campos de los ferrocarriles, un terraplén sin pasto atrás de las vías. Allí lo aprendimos. No había televisión que nos pusiera algún juego, apurado Telesistema Mexicano nos enviaba los juegos del Mundial de Chile (1962), que utilizaron el mejor slogan de los mundiales: “Porque no tenemos nada, queremos hacerlo todo”. Y los juegos llegaban por videotape al otro día, y allí oíamos a Paco Malgesto y Fernando Marcos, quejándose: “Por qué Dios mío, ¿por qué nuestro​ balón pegó en el arco?”. Pues por la mala puntería.​ Era lo mismo que ahora con el maleta Tata Martino, seguiremos quejándonos otros cuatro años más con este rufián argentino (no todos, pero los argentinos han encontrado el Santo Grial en México, aquí llegan, se enriquecen, viven su vida loca, se vuelven mamones y nos ven como de tercera clase, no todos, el Che Menotti nos respetó, pero este Cocca ya dijo que él va a meter naturalizados, o sea, éntrenle cómo quieran y háganle cómo puedan, ojete)

Todo porque ayer vi la magia de Kansas con Mahones, al que llaman el sucesor de Tom Brady, aunque llenar los zapatos de Brady es una cosa gigantesca. Desde el principio anuncié que iba con Mahones y Kansas, porque para mí es Cristiano Ronaldo cuando jugaba en el Real Madrid. Ganaron el juego y con eso tengo bastante, me hizo la tarde, luego a ver una película y leer un poco el libro del killer terrible Vladimir Putin, ‘El hombre sin rostro’, escrito por una rusa que salió huyendo de esa tierra donde solo los chicharrones de Putin truenan, y también las bombas. Pero esa es otra historia.

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El día de hoy, la delegación mexicana se colgó otra medalla, y fue en la disciplina de judo con la atleta mexicana Prisca Awiti de raises británicas, pero en el 2017 decidió representar a México.

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