“BaluArtes Internacionales”: Alejandra Jaime y su pasión por las letras
Por José Luis Barrón
— El Juglar presenta…
Alejandra Jaime y su pasión por las letras
Luego de haber leído dos relatos de su autoría, imagino a Alejandra Natalia Jaime tomando mate y desde su ventana admirar la cima de las montañas de la cordillera de los Andes antes de iniciar con su proceso creativo el cual lo ha llevado a la práctica desde hace tiempo y por supuesto ello se proyecta en su fascinante literatura que desde las primeras líneas invita a explorarla, degustarla y disfrutarla.
Al respecto la escritora bonaerense refiere: “San Juan está rodeada de montañas y las más grandes e imponentes son las montañas de la precordillera. Ahí solo salgo de mi casa y camino unas calles hasta estar fuera del barrio y ya tengo ese paisaje. Mis caminatas son con una mochila y dentro el equipo del mate, para detenerme en algún lugar y tomar unos mates cuando me da hambre o sed”.
Nuestra autora goza de un delirante escenario, de una vida relajada y de una narrativa con personalidad propia que construye de manera cotidiana con sabor a Alejandra Natalia Jaime.
Luego de tener el privilegio de leer “El dolor de la singularidad” y “Entre diez llantos y un olvido” concluyo que son dos relatos que a pesar de su brevedad exaltan profundamente los sentimientos muy humanos: el amor y la decepción ante la cruda realidad que se le revela a sus protagonistas de manera cruel y aun así la esperanza se proyecta eterna.

Sin duda alguna muy buenas entradas para ir saboreando la obra principal de Alejandra: “Los enviados del tiempo”, una saga épica que entrelaza ciencia ficción, viajes en el tiempo y misticismo espiritual con un trasfondo de drama humano y tragedia familiar.
A lo largo de tres libros ya publicados y un cuarto inédito, la historia construye un universo complejo en el que la luz y la oscuridad libran una batalla eterna, donde los personajes se ven obligados a decidir entre la redención y la condena.
Y por si fuera poco crear una novela tan sinuosa, Alejandra Natalia Jaime va más allá de la creación literaria: En la cuarta y última entrega crea el idioma liriano.
En la culminación de la saga se revelan los secretos que han permanecido ocultos: el nombre del demonio Dtheseracth, la función de los túneles bajo el liceo y el verdadero poder del idioma liriano, una lengua ancestral de la quinta dimensión que es un código de vibraciones y símbolos capaz de abrir o sellar portales dimensionales.
¡Interesante!
Reseña: Alejandra Natalia Jaime es escritora y guionista argentina, nacida en Buenos Aires y residente en San Juan. Ha desarrollado una amplia trayectoria literaria como autora de novelas, sagas, más de 300 poesías y más de 200 cuentos. Escribe en diversos géneros: drama, terror, terror psicológico, comedia y ciencia ficción. Comparte parte de su obra en la página de Facebook Blue Mind: Mitos y Series y en su canal de YouTube EliAle, donde presenta historias breves en formato de “cine minutos”, encargándose también de la edición con el apoyo de la actriz Eliana Gómez.

Actualmente reescribe y adapta “Los enviados del tiempo” en formato audiovisual bajo el título “La última línea del tiempo”. Al mismo tiempo desarrolla nuevas historias y guiones como “Golpe a Golpe”, vida y obra de una campeona del boxeo en Argentina. Y si les parece poco todo lo que realiza esta prolífica artista, les revelare un secreto: También pinta y lo hace muy bien.
En tanto, en esta publicación presentamos un emotivo relato de esta autora bonaerense.
“El dolor de la singularidad”
(Derechos reservados)
En vísperas de Navidad, ella llevaba horas sentada en el sillón de petiribí, leyendo, tejiendo y bordando para mitigar la ansiedad. A su lado, el teléfono y el candelabro bañado en oro permanecían en silencio. Esperaba la llamada de su amado esposo, que regresaría de la guerra. Soñaba con abrazarlo y presentarle a Manuel, el hijo de ambos, de tres años.
A medianoche, se durmió en el sillón. De pronto, un estridente sonido la sobresaltó y la hizo caer: era el teléfono, llamando con insistencia.
Era él, su esposo. Hablaron por horas. Ella le contó sobre Manuel, que llevaba el nombre de su abuelo para honrarlo. Él estuvo de acuerdo con sus decisiones, pero le explicó que aún no podía volver; la distancia le impedía celebrar la Navidad a su lado. Lloraron juntos y se despidieron profesándose amor eterno.
Ella se acostó vestida y lloró hasta quedarse dormida.
A la mañana siguiente, las tareas de la ruinosa mansión la llamaban. Llevaba años sola, sin sirvientes por la guerra, pero se negaba a marcharse con sus padres, esperando el regreso inminente de su amado.

Pasaron los días y los meses. Un soldado amigo de su esposo llegó a la mansión para ayudarla. Con tristeza, le reveló la verdad: su esposo había fallecido hacía más de un año. Se sorprendía de que no le hubiera llegado la carta oficial del deceso.
Entre lágrimas y dolor, buscaron la carta y la encontraron a medio morder por las ratas. La fecha era anterior a la llamada telefónica.
Incrédula, ella reclamó que la verdad era otra, pero solo había una: quien se hizo pasar por él no podía conocer las intimidades y detalles que solo ellos dos sabían. Él había muerto antes de aquella llamada.
El tiempo transcurrió. Su hijo creció, y a ella le llegó la vejez sentada, noche tras noche, en el sillón de petiribí. Se perdió la vida esperando otra llamada de su amado esposo, muriendo, juntos a las runas de su mansión.
