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¿Ser o parecer?

¿Ser o parecer?

La dicotomía milenaria, ser o parecer, está exangue, casi extinta. Ha sido tan recurrente su llamado de auxilio que ya nadie la toma en serio, aún aquí, en esta sociedad descarapelada y rota.

Aunque nadie lo dijo abiertamente, ahí en el fondo, en la conversación más profunda y santa, en la que entablamos con nosotros mismos, todos hubiéramos elegido el parecer. Parecer lo que fuera, inteligentes, importantes, sabios, bellos…¡Y qué si no lo éramos! ¿A quién le importaría tras nuestros incesantes juegos a engañar al espejo?

Porque ese que nos mira no lo conocemos. Nos burlamos de su propio azoro, de la fragilidad de la piel que parece de papel. Lo desdeñamos porque desconoce las palabras que hemos ensayado una y otra vez para impresionar a otros. Si, impresionar, no que nos vean, que reconozcan nuestra unicidad por sumida y parda que sea. Se trata de aparentar, de responder a una efigie prefabricada.

Parecer. El sueño quimérico y popular, el deseo instantáneo, la ruta fácil al propio apapacho a una ceguera que nos consume y aparta de lo que realmente somos. No, nos parecemos a otro. El “otro” es una suerte de máscara, de imitación, de auto evasión. Por eso enfilamos de puntitas por una senda cualquiera, porque no sabemos ni siquiera a dónde o por qué queremos llegar.

Andamos en círculos, derrapando tras obscuras quimeras, atados a relojes sin corazón. Ignoramos para qué estamos aquí, en este mundo que se antoja irreal.

¿Cuándo olvidamos quiénes fuimos?, ¿Lo supimos algún día?…Eso no interesa ahora. Seguimos la frágil ruta de la invención, de apropiarnos de hechos y vidas que consideramos pertinentes, de robar otras almas, otras razones y credos. Nos lanzamos a vacíos de razón.

El camino al parecer nos subyuga…¿qué tal que lo que se estandarizado de belleza no corresponde a lo que cada uno somos, que la bondad tiene significados m{as finos y entrañables para nosotros mismos? ¿Por qué entonces emular, prefabricar, tomar paradigmas de una realidad fragmentada, incomprensible y difusa?

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Imagino que esa opción se ser o parecer nos desgarra; ¿qué no es lo mismo?, ¿qué el engaño no tiene un peso real?

Y en esa odisea recriminamos no ser, aunque nunca nos hayamos planteado a descubrirlo. Somos lo que asumimos que quieren los otros. Esos otros resultan aún más incomprensibles respecto a lo que asumimos ser.

Se quiebran entonces los pies, vidrio frío. Volamos a nuevas dimensiones, nos separamos de la materia que nos conforma, ascendemos a rincones no imaginados. Trazamos un nuevo disfraz para deambular…nunca fuimos ni seremos jamás.


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