Trump y Hitler
Si algún superhéroe del pasado recuerda Trump es a Hitler. Llamar basura a los mexicanos que van a su país, identificándolos ligeramente de delincuentes en su totalidad, habla de los mismos complejos que el chaparrito nazi padecía.
Cualquiera puede ser blanco si se pinta el cabello y se maquilla la piel. Él mismo es hijo de migrantes, su primera esposa es migrante, su próximo embajador en México es hijo de migrantes, pero parece haberlo olvidado. Hitler hablaba de una raza aria pura, pero, a estas alturas de la civilización desde hace siglo dejaron de existir las razas puras, pero es imposible darle clases de historia a quien ni siquiera sabe su significado.
La verdadera esencia de la ideología conservadora de Estados Unidos se basa en la complacencia generalizada por la guerra, aunque pierda todas, porque el negocio del vecino país es la venta de armas y las oferta hasta a los enemigos, a cambio de algunos jóvenes estadounidenses que regresan en bolsas negras y sólo para justificar un falso dolor les llaman héroes, aunque obedezcan órdenes más cercanas al terrorismo que al patriotismo, por su injerencia bélica en otras naciones.
Si esos jóvenes sobreviven a las guerras tienen un gran porcentaje de posibilidades de sumarse a las filas de la adicción, que es un problema de salud pública que los huéspedes de la Casa Blanca todavía no empiezan a atender.
Trump con el pretexto de las drogas con las que calma la conducta violenta de sus veteranos que aumentan día tras día, también intenta pisotear a gobiernos soberanos y empieza por sus socios comerciales, teniendo todo un planeta para agredir, quiere el continente para regresar la gloria pasada a Estados Unidos, lo cual quiere decir que, si Hitler invadió Polonia, con un ejército inexistente, y porque era su vecino más cercano, el 1 de septiembre de 1939. Ahora el güero del norte quiere añadir a Canadá como una estrella más de la bandera de Estados Unidos, en una estrategia de anexión, exactamente igual a lo que ordenó el carnicero alemán.
Así como Polonia en 1939, que era vulnerable, ahora Canadá es un país débil en este aspecto, cuenta con un ejército de 50 mil efectivos; es decir, la décima parte de los militares activos de México. La diferencia es que, a pesar de esto, Canadá es uno de los países fundadores de la OTAN, desde 1949, prácticamente concluida la Segunda Guerra Mundial donde salió derrotado Hitler y sus nazis.
El sexenio pasado el Ejército Mexicano creció 9 por ciento, lo que significa que es la fuerza armada más numerosa de América Latina.
Trump, sin carrera universitaria y no haber leído un solo libro en su vida, quiere entender el mundo desde la paupérrima percepción de sus cinco sentidos, y actúa en consecuencia.
Hitler quiso reivindicar Alemania ante la derrota diplomática y el desprestigio mundial que significaba la firma del tratado de Versalles, firmado en la Sala de los Espejos del Palacio de Versalles en Francia, el 28 de junio de 1919, donde se le obliga a ese país aceptar toda responsabilidad por haber causado la guerra, por lo que deberían desarmarse, realizar concesiones territoriales a los vencedores y pagar indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos.
En 1973, a los 27 años, –cuando Trump construía casinos y hoteles, al parecer le pegó duro la derrota de Estados Unidos, ante Vietnam—se firma el tratado de paz en París, a media hora de Versalles. El próximo Presidente lo interpreta como una derrota a partir de la cual debe reivindicar la fortaleza de su país que ha dejado de ser un imperio.
La semejanza entre el dictador de Alemania y el flamante presidente del vecino país, a punto de llegar a la Casa Blanca, son muchas, quienes desconocen la historia tratan involuntariamente de repetirla si saber que todo lo que planean para el futuro es parte del pasado.
El entusiasmo fanatizado de sus seguidores se muestra tan exaltado como las huestes nazis y la megalomanía de Trump obliga a asociarlo con el pasado.
