“Desaparición” : el nombre del horror.
El parteaguas más triste no es la muerte. Es la “desaparición”, ese eufemismo que puede simbolizar la no existencia, el ingreso a cavernas obscuras sin nombre, ingreso a la esclavitud, las fauces del crimen organizado o la tortura.
La incógnita, el sufrimiento que se extiende por horas, días, meses y años…el dolor que no culmina, lo huesos invisibilizados del ser querido, la incapacidad de despedir al deudo, la zozobra que atrapa eternamente al insomnio y mata en vida.
“Desaparición” : el nombre del horror.
«Camino mucho por donde quiera y no me dan solución…hace cinco años mi hija desapareció y aquí estamos sus hijos y yo penando…ya hasta las lágrimas nos arrebataron”, confiesa la chiapaneca Flor de María Centeno Díaz, con el rictus triste de los familiares de los 101,103 desaparecidos y no localizados en México.
Flor de María se impuso la búsqueda frenética de su hija, anduvo innumerables veces en el laberinto de la justicia, enfrentó la estigmatización social además de la pérdida del sostén de la economía familiar. Si tiene suerte deberá identificar el cuerpo i fragmentos de su hija, podrán ser algunos huesos…pero sabe que muchas veces no hay nada, sólo una ausencia que la perseguirá siempre.
“El dolor de mis nietos me quitó el miedo. Me impuse buscar a mi hija por los caminos que encontré y otros que yo misma formé. Hay muchos que se rehúsan a iniciar la búsqueda, otros rehúyen sumarse a los colectivos para no hacerse visibles. Enfrentamos enemigos poderosos. Eso todos lo sabemos y tememos, pero algunos nos sobreponemos y se nos va la vida en buscar”, dice Flor de María.
Las cifras oficiales de México, que muchos asumen que es una desaparición dual, son de las más grandes de la región. Se trata de un reto que no logra superar el Sistema Nacional de Búsqueda, que involucra a comisiones, fiscalías, corporaciones de seguridad y otras instancias que podrían brindar información útil sobre el paradero de las personas.
Sin embargo, existe una brecha que cada vez se ensancha más entre las denuncias de desaparición y el hallazgo de las personas. A la par, asciende lastimosamente la impunidad que rebasa ya al 99%.
Aunque el gobierno reconoce que es esencial esclarecer los casos para conocer el paradero de las personas desaparecidas, estudiar los patrones de desaparición y perseguir penalmente a los culpables, el camino es azaroso, largo…y muchas veces inexistente.
El primer paso es reconocer las desapariciones como delitos, generar una teoría del caso y un plan de investigación, elementos ausentes en la actualidad. La desaparición de personas es un secreto a voces del que se teme hablar, porque existen “enemigos poderosos”, como susurra Flor de María.
Ante esto, resultan inútiles las protestas de amigos y familiares de las víctimas, inútiles los peligros que enfrentan para buscarlos, inútiles los ruegos y lágrimas a autoridades. Ellos están condenados a duelos crónicos, inconclusos, a pesadillas que se arraigan en sus horas, a la otra invisibilidad: la del desaparecido y el de su propia voz.