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CUANDO LOS PARTIDOS SE EXTINGUEN

CUANDO LOS PARTIDOS SE EXTINGUEN

CUANDO LOS PARTIDOS SE EXTINGUEN

Los adioses siempre son difíciles. Camelot

Cuando un partido se va de la contienda electoral, como le ocurrió al PRD, las elecciones lloran. Desapareció del escenario mexicano el PRD, partido que, en su tiempo, cobijó a Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo y Carlos Navarrete y, en algún tiempo, hasta Andrés Manuel López Obrador llegó allí de colado. Desfilaron luminarias de la política que luego transmutaron a Morena, para llegar a dónde están, en el pináculo de la gloria como una sucursal del viejo PRI, que aprendió todas sus mañas, las buenas y la malas, y que AMLO patentó para ganar la elección y mantenerse en el poder, él y sus incondicionales, por cerca de 30 años, futurizan a la Walter Mercado. El presidente anda enojado y sacó sus armas, como queriendo pelear, retó al cowboy Ken Salazar a que, ni se acerque, porque su comentario de que éramos casi una dictadura e íbamos rumbo a Venezuela (no lo dijo así pero así se interpretó), molestó al presidente y lo mandó a la congeladora, lo abandonó, como se abandonan los zapatos viejos, diría Joaquín Sabina. Pero estaba en los partidos.

Al PRD le darán cristiana sepultura y, como lo dijo Unamuno: ‘Para sepultar a los muertos, como debemos, cualquiera sirve, menos un sepulturero’. En México, muchos partidos tienen dueño personal. El PVEM, con presupuesto de $282,581,897.00, fue de una familia y la sigue siendo y ahora pasan la estafeta a los Velasco. La familia de Emilio González, llamado y conocido como El Niño Verde, famoso por sus francachelas que en Cancún hasta una jovencita se suicidó y nada pasó. A veces los partidos dan licencia para hacer muchas cosas malitas. Se apoderan de ellos y el dinero y las candidaturas les sirven para que ellos vivan como Carlos Slim y a veces piensen como Carlos Marx, por aquello de que ahora el comunismo los alcanza. El otro es el PT, Partido del Trabajo, donde nadie trabaja, solo sirven de sus grillas y mamar de las nóminas, una franquicia de Alberto Anaya, donde vive sus días felices, se afilian al partido gobernante, como el PVEM, y a cobrar se ha dicho.

El otro, no menor, quizá alcance las alturas de la política y los votos, es el del veracruzano Dante Alfonso Delgado Rannauro. MC, Movimiento Ciudadano. Dante se vio muy listo, en sus tiempos, cuando terminó la gubernatura y pasó aislamiento, formó convenciones en Veracruz y otros lados y logró el registro del partido. Le ha ido bien. Su presupuesto es de $323,172,846.00 y le da la mano para que, Dante siga nombrando candidatos a senadores, diputados y gobernadores y hasta alcaldes pueblerinos, lo que le da un poder canijo, aunque ahora le falló la ruleta impredecible, porque lo dejó fuera a él mismo de una candidatura, para dársela a una mujer llamada Ifigenia.

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El todos ponen y toma todo de la ruleta se engrandece cuando los partidos políticos tienen dueño, a los otros, PAN y PRI, les cuesta trabajo, porque esos aún tienen que hacer elecciones, aunque sea con trampas como las de Alito, y el PAN por igual, allí seguirán en este México impredecible donde Morena llegó para quedarse con todo: Presidencia, Congresos, gubernaturas, alcaldías, Poder Judicial y Suprema Corte de Justicia y lo que se les ocurra. Lo demás, todo es Disneylandia


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