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La música de la conversión

La música de la conversión

La música de la conversión

La vista parece dominar nuestros sentidos: el color y formas se convierten en atrayentes estímulos de comunicación. Pero a la par, se soslaya el sonido.

Paradójicamente, mientras nos habituamos a las imágenes, figuras y símbolos para expresarnos, aumenta de manera inconsciente la importancia de la tonalidad en las expresiones, ruido, música, sonido y silencio. El umbral a las distintas voces y su “color”, volumen y tono nos embulle momento a momento. El oído llega a ser un sentido primordial. Incluso posee una particular textura intengible.

Se habla entonces de “caricia auditiva”, de una seducción particular que sintetiza en gran manera la personalidad de las marcas. Ya no es lo que “ves” sino lo que intuyes e imaginas a través del sonido.

Aparece entonces el dominio del audio en el consumo de medios: Las marcas que excluyen el audio de su mezcla de marketing corren el riesgo de perder puntos de contacto cruciales con los consumidores. La experiencia del cliente aparece incompleta o rota.

También debe decirse que el sonido es la fuerza del audio en la construcción de marca. El audio es una solución rentable para crear conciencia de marca y mantener una presencia permanente, ofrecer una forma de lograr un alto alcance y frecuencia.

Un tercer elemento del sonido es la cuantificación de la publicidad en audio. Es decir, la medición permite a los anunciantes comprender mejor el valor y el impacto de sus inversiones en audio, lo que ayuda a optimizar el presupuesto invertido.

En suma: el marketing sonoro crea ambiente y contribuye significativamente a la atmósfera general de una tienda física o virtual, refuerza la marca, influye en el comportamiento del cliente y promueve información y promociones.

No siempre fue así: el origen de la música en la publicidad se remonta a la radio. En la década de 1920 muchas empresas empezaron a anunciar sus productos y servicio en este medio electrónico con anuncios que contenían música publicitaria o anuncios cantados.

Se trataba de canciones sencillas, pegadizas y fáciles de recordar, lo cual generaba un gran impacto en la audiencia. En esa época no existía la televisión.

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Después de la Segunda Guerra Mundial aparecieron las primeras cadenas de televisión y se comenzaron a producir anuncios para televisión con música.

Hoy el reto no se limita a generar soluciones “pagagosas” y fáciles de recordar. Es generar imágenes particulares y únicas dentro del marco experencial de cada consumidor. Es crear una magia particular que genere la conversión que buscan marcas y el retail.

No hay fórmulas únicas, pero la personalización es el punto de partida para explorar la plasticidad de una marca con sus públicos meta. Es adentrarse en el infinito mundo sonoro para captar los sonidos que identifiquen a las marcas y hacerlas sonar en las tiendas on line y en los pisos de ventas. Llegó el momento de adentrarnos en nuevos referentes y anclajes de marca con música, tonalidades, voces y silencios. El oído se posiciona como un poderoso estímulo en todo el embudo de mercadotecnia: atracción, interacción, conversión y sidelización.

Subamos el volumen.


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