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ORACIÓN: “Padre Santísimo: Quiero oírte decir: ¡Yo Soy tu salvación!”

ORACIÓN: “Padre Santísimo: Quiero oírte decir: ¡Yo Soy tu salvación!”

ORACIÓN: “Padre Santísimo: Quiero oírte decir: ¡Yo Soy tu salvación!”

¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
En este bendito despertar de inmediato vino a nuestra mente esta invocación desesperada y llena de esperanza que nos hizo de inmediato volar a tu presencia.

Nuestra mente voló hacia ti exclamando con todo el poder de nuestra boca: ¡Padre Santísimo! ¡Deseamos ardientemente que tus labios proclamen: que tú eres nuestra salvación! Sabemos que tan pronto como pensamos, tus propios ángeles escuchan nuestros pensamientos, haciendo fielmente tu voluntad.

Te los presentan nuestros gritos de auxilio, porque esa es su misión. ¡Tan afortunados somos que hasta tus ángeles están atentos a nuestros pensamientos! Eso nos recuerda a Cristo, tu hijo amado, cuando decía:

“¿Por qué dan lugar a tan malos pensamientos?” Todos los seres espirituales ven, conocen y saben de nuestros pensamientos. Tus ángeles, Padre Santísimo, están atentos a lo que pensamos y también el enemigo se entera de nuestras intenciones que tenemos en la mente y actua atacando a fin de bloquear e impedir que confiemos en ti y se nos presentan como alternativa o como seres que actúan para que nuestros grandes proyectos vayan al fracaso.

Ellos anhelan ver frustrados nuestros sueños

Ellos quieren vernos derribados en la miseria , sin esperanza y sumidos en el olvido.
Padre Santísimo: ante estas circunstancias, no nos queda más remedio que abrir nuestros labios y proclamar tu divina palabra que nos empodera, nos fortalece y nos levanta de ese lugar inmundo:

¡NOSOTROS, EN MEDIO DE NUESTRAS DEBILIDADES DECLARAMOS QUE SOMOS FUERTES Y, EN TI, PADRE SANTÍSIMO, RECUPERAMOS LAS ENERGÍAS PERDIDAS Y RENOVADOS NOS REMONTAMOS CON LA VELOCIDAD DEL PENSAMIENTO HACIA TI, PORQUE SOLO ASÍ PODEMOS ABANDONAR MUESTRA MALA SITUACIÓN!

Ahora, restablecidos de esa caída o recaída, te suplicamos con toda la potencia de nuestro corazón: “¡Queden confundidos y avergonzados los que procuran matarme! ¡Retrocedan humillados los que traman mi ruina! ¡Sean como la paja que se lleva el viento, acosados por el ángel del Señor!

¡Sea su senda oscura y resbalosa, perseguidos por el ángel del Señor! Así mi alma se alegrará en el Señor y se deleitará en su salvación. Así todo mi ser exclamará: ¿Quién como Tú, Señor? ¡Tú libras a los pobres de los poderosos que los explotan! (Salmo 35: 4-6; 9-10).

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¡Por amor al dinero somos capaces de vender nuestra propia dignidad!

Padre Santísimo: profundamente agradecidos vamos a reiniciar nuestro día bien fortalecidos y con la certeza de que tus ángeles están como tus propios oídos siempre atentos a nuestro pensar, porque están puestos al servicio de nuestra salvación.

Padre Santísimo: ¡Muchísimas gracias por brindarnos un servicio tan esmerado de corte celestial! ¿Cómo ibas a permitir que tus hijos al ser atacados por fuerzas infernales, no tuvieran unos soldados de talla celestial para que nos preserven de todo mal que a cada instante nos quieren ver sumidos en la miseria, presas de todo mal y prontos para descender a la fosa de la muerte?

Lo más hermoso es que tú, Padre Santísimo, nos permitirás ver la paga de los malvados, que atentaron toda clase de mal contra nosotros, que somos nada más y nada menos que LA OBRA DE TUS DEDOS.
Padre Santísimo: ¡Bendito seas, en medio de Tus ángeles que hacen a cabalidad tu voluntad en bien de nuestra salvación! Amén.
P. Cosme Andrade Sánchez+


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