La naturaleza se está vistiendo de ese verde que anuncia la esperanza, la generosidad, la abundancia
Oración: “Nuestro camino es semejante al despertar de la aurora, porque irá aumentando hasta llegar a la plenitud de la luz” ¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: ¡Gracias por la lluvia! La naturaleza se está vistiendo de ese verde que anuncia la esperanza, la generosidad, la abundancia, las mil posibilidades, las grandes hazañas, las increíbles riquezas que descienden del mismo cielo y salidas de tu corazón divino.
¡Gracias Padre Santísimo! ¡Miles de veces te agradecemos porque de ti han brotado las benditas fuentes que destilan bondad, amor, alegría y felicidad! Este don de la lluvia nos hace estremecer, porque vemos cómo bien valió la pena de que nuestra espera paciente, nos hizo descender el milagro que jamás creyeron posible quienes no tuvieron esperanza, quienes no acudieron a ti para ver realizado el deseo de muchos, pero el gozo de quienes en ti confiamos y solamente a ti acudimos.
Bien nos previno el Espíritu Santo, cuando en los momentos más críticos nos hizo ver que: “La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora:
su esplendor va en aumento hasta que el día alcanza su plenitud.” (Proverbios 4: 18). Esta divina promesa, se está cumpliendo en estos días y eso nos hace proclamar un período de gracia que debe ser bien considerado, para tomar esta actitud de gratitud, que nos hace confesar con el corazón y con el poder de nuestra voz:
¡Gracias , Padre Santísimo, porque tu misericordia es eterna!
¡Muchísimas gracias, porque hemos vivido todos estos días, sin desmayar, pensando que muy pronto seríamos altamente bendecidos y nuestras lágrimas se convertirían en gotas de lluvia que conmoverían a las mismas fuentes celestiales!
¡Te agradecemos porque siempre mantuvimos en nuestra mente lo que nuestros labios confesaron proclamando que muy a pesar de la ausencia de la lluvia, del sequedal, de lo agrietado de la tierra y de la desaparición de los lagos, la escasez de los ríos y la pobreza extrema de los arroyos.
Por nuestra mente cruzara el poder de tu Palabra y en esa desesperación, el Espíritu Santo nos hizo gritar con una fe capaz de conmover y hacer temblar al mismo cielo: “¡BASTA UNA PALABRA TUYA para que rujan los cielos y aparezcan las nubes en el horizonte! En medio de fuertes relámpagos, y de vientos huracanados, ¡Tú, Padre Santísimo, haces que llueva!” (Jeremías 10:18).
Padre Santísimo: en este tiempo húmedo, en estos días frescos, en estos momentos que nos hacen presenciar EL PODER DE TU PALABRA, nos llevan a confesar con todo el poder de nuestra voz: “La senda de los justos se asemeja a los primeros albores de la aurora: su esplendor va en aumento ¡hasta que el día alcanza su plenitud!”
Ya vemos que estas lluvias son una bendición que derrama el AGUA DEL CIELO, que vivifica, que nutre, que transforma todo nuestro suelo y le infunde un colorido sinigual. Nuestra misma alma se regocija y cambia de actitud, porque nuestro propio espíritu está en comunión con el Espíritu Santo, quien lo hace que vea cómo esto que es el principio, muy pronto llegará a su plenitud como la luz de la aurora que nos inunda de luz al mediodía.
¡Bendito seas, Padre Santísimo, por todo lo que ahora vemos, palpamos, y gozamos, porque aun faltan muchas sorpresas que nos harán caer postrados en actitud de gratitud por Tu inmensa bondad! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+