De teatros y aviones
Al maestro Horacio Fadanelli, que lucha contra una enfermedad y los médicos capitalinos y Dios lo auxilian. Qué te mejores. Camelot.
Antes de embarcarme de mi periplo español de pocos días, fui al teatro a ver La Malinche. Una obra musical del gran Nacho Cano, que lleva dos años en escena y a veces sale en público y se avienta su palomazo. Con un bello escenario. En un sitio donde yo mero no conocía, porque no salgo del centro madrileño de Puerta del Sol. La historia de La Malinche nos la contó Bernal Díaz del Castillo y los grandes historiadores y cronistas mexicanos, lectura que en párvulos el profesor Hugo Barragán Ortiz nos hacía leer en la secundaria terrablanquense.
El escenario es majestuoso, con nuestras grandes pirámides y la Malinche haciendo su papel de traductora y amante del conquistador Hernán Cortes, para inaugurar eso que se llamó mestizaje. Al término todos cantando y bailando con los espectadores al grito de ¡México! ¡México!, hasta parecía que estaba en el Azteca en un Mundial. Agrada a los españoles y nos satisface a los mexicanos como extranjeros, que traten bien a esa gente que sirvió de mucho en la Conquista, por entender a dos mundos que llegaban para unirse y seguir conviviendo, 500 años después. Al menos yo mero lo hago en el café Europa de la calle del Carmen.
EL AEROPUERTO MEXICA
El martirio es el aeropuerto de CDMX. Desde que Ya saben quién se negó a modernizar el antiguo de Texcoco, aquello es un vil desmother (eso significa desmadre). Después de 11 horas y pico de vuelo llega uno a nuestra tierra, y a lidiar con la burocracia que operan los militares, que de eso ellos no saben. En fin desalojaron medio avión y a medio avión nos cerraron las puertas, me imagino que es para que en la Aduana Migración no se les amontonen, como hace seis meses que llegué y había más de mil haciendo la fila y perdiendo las conexiones. AMLO no puso un aeropuerto de quinta categoría. 20 minutos después los pasajeros ya queríamos tirar la puerta de cristal. Los funcionarios nada decían. Era estar dosificando ahora las llegadas, como hacen en los antros que te hacen hacer una fila (Ojo chamacos, si van a los antros tomen taxi, se quedaron los mismos que los andan extorsionando hasta por 12 mil pesos), para no ir muy lejos, cuando tocó mi turno con el aduanero, me dijo que los de ese vuelo ya habían pasado tenia media hora y le dije que era por la ineptitud, cuando te cierran una puerta ni modo que la derribes. Ese aeropuerto ya colapsó y la nueva presidenta tiene que hacer varias cosas para mejorarlo, uno no puede decir qué hacer, como tampoco permitimos que los políticos nos digan de qué o cómo escribir, pero ese aeropuerto para los turistas colapsa. El otro, el capricho presidencial, no tiene ni para cuando. En fin, allí me tocó llegar. Y al final solo me quedó el lema de mi tierra adoptiva: Sonríe, estás en Orizaba.