Polarización, otro mito
Toda realidad tiene dos interpretaciones la simple y la compleja. La primera suma hechos inconexos, la segunda establece congruencia. Cada suceso de un país es narrado en todo el mundo, con una superficialidad que arroja dudas sobre la veracidad de lo expuesto. La información surge sin contexto, sin causas y con efectos muchas veces tergiversados. México no es la excepción.
Así la lectura de la realidad puede clasificarse en dos, la superficial y la profunda. Su diferencia no depende de quién emite la información, sino de quien la recibe, que, en la mayoría de los casos está acostumbrado a tener una idea de la realidad ya digerida, interpretada, consumada, inamovible.
La manera superficial de apreciar la realidad es, por desgracia, la más común. La gente adopta como propia la versión de los medios sin cuestionar y se queda con la idea de que más allá no hay más que el discurso de los medios y sus líderes de opinión, categoría que va quedando en desuso dado el desgaste de su credibilidad.
Durante todo este sexenio se habló de la polarización de la sociedad, se polariza un país a causa de hechos concretos, por condiciones sociales precisas, por estratos definidos, por características medibles.
En realidad, la polarización de la sociedad mexicana no surgió de las conferencias matutinas como algunos aseguran, sin ver un antes y su marco social e histórico.
Los pobres no surgieron de la nada, ni son producto de la actual administración. La polarización es una actitud que nace en la individualización de los seres humanos, precisamente por la falta de solidaridad, de respeto al próximo. El ser humano deja de procurar al prójimo por miedo.
Las causas que algunos adjudican al origen de la polarización social en México, la ubican en un solo objetivo, producto de resentimientos o rencores: el presidente de la República; sin embargo, habrá que ver cómo los conservadores desprecian al resto de la población que considera que no está a su nivel económico.
La simplicidad, a la que han reducido la política, producto de su ignorancia, de democracia o dictadura; libertad o comunismo. Es u discurso que polariza, lleno de resentimientos. Las desigualdades sociales tampoco surgieron el 1 de diciembre de 2018.
Entre las muchas funciones de la conferencia mañanera está el derecho de réplica, poco practicado en México y menos aún por los funcionarios públicos. En el pasado nadie los criticaba de tal manera que no tenían la necesidad de acarar noticias falsas. El autoritarismo no permitía críticas y menos aún, exageraciones de la realidad. Mentir para criticar al gobierno hubiera sido causa de desaparición forzada, como sucedió con algunos periodistas.
La polarización, como la inflación, la inseguridad, la mala educación, es un problema mundial. No es privativa de México ni tiene la culpa el Presidente de la República ni el espacio de la conferencia matutina es una arena de gladiadores. El hecho de que el presidente enfrente a los comunicadores detractores o no, es un acto de democracia horizontal que, al no concebir tal desacato a las reglas de la desigualdad habitual, le nombran provocación, violencia verbal, o polarización.
La polarización es el lago antagónico a la existencia de la comuna. La individualidad supera a la comunidad, o con palabras del filósofo polaco Zygmunt Bauman: “No es que hayamos perdido la humanidad, el encanto y la calidez que con tanta facilidad manifestaban nuestros antepasados, sino más bien que nuestras penurias rara vez pueden aliviarse compartiéndolas, ni siquiera con los mayores afectos. Los sufrimientos que tendemos a experimentar no son comunes, y, por lo tanto, no reúnen a sus víctimas. Nuestros sufrimientos dividen y asilan: nuestras desdichas nos separan, desgarrando el delicado tejido de la solidaridad humana”.
La polarización tiene raíces más profundas de lo que algunos creen. No tiene nombre ni apellido, son parte de la descomposición del individualismo exacerbado en el que por muchos años se basó la civilización humana.
Lo que no deja de sorprender es la seguridad con la que hablan quienes creen tener la verdad en un puño asegurando que se polariza, o que la sociedad mexicana está polarizada por la política o las preferencias partidistas, dicha postura no sólo confunde, insulta.