“Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las naciones de la tierra.” (Génesis 12:3)
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
Padre Santísimo: en este día del eclipse, te saludamos con un gozo fuera de serie y sorprendidos por las maravillas de la naturaleza manifiesta en la precisión matemática de los movimientos de los astros. Eclipsar al astro rey es una muestra de todo cuanto podemos hacer en el nombre de tu hijo Amado.
Aquí nos haces meditar en el inmenso poder que en nosotros has depositado. Siendo nosotros los PEQUEÑOS GIGANTES, tenemos la capacidad de opacar a los grandes de la tierra y hasta casi desaparecerlos.
Ese poder se manifiesta en la actitud… ¡EN NUESTRA ACTITUD ANTE LOS DEMÁS! José: uno de los más pequeños de los hijos de Jacob, a pesar de tantos menosprecios, malos deseos y malévola actitud de sus hermanos.
Revestido de humildad fue capaz de soportarlo todo, de beberse sus lágrimas amargas de impotencia, sufrir lejos de su padre amado y trabajar como un vil esclavo y todo porque estaba seguro de que todo ello contribuiría para ver coronados sus sueños de grandeza, de poder y de esplendor.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga
Pudiendo ejercer autoridad con sus hermanos, prefirió el perdón y reconoció ante ellos, que, gracias a todo el mal que le hicieron, todo redundó en bien de todos y de muchísimos.
Que gracias a ese maltrato que culmina vendiéndolo como esclavo, creció en fe, en fortaleza, en paciencia, en bondad, en carácter, en inteligencia y en sabiduría.
Ante su padre y sus hermanos confesó que todo el mal que le hicieron sus propios hermanos, sirvió para que tú, Padre Santísimo, sacaras bienes de excelencia.
Les demostró que él estaba seguro que la venganza, nadie debe ejercerla por más mal que le hayan hecho, porque todo el mal contribuye para obtener lo mejor que la vida divina nos depara.
Cristo, tu hijo amado, cual NUEVO JOSÉ, también fue vendido por sus propios hermanos… vino a los Suyos, y ¡NO LO RECIBIERON!
¡LO CONDENARON AL SUFRIMIENTO HASTA CRUCIFICARLO! Ya en la Cruz, en vez de maldecirlos y ejercer poder contra ellos, se dirige a ti, Su Padre y exclama: “PADRE, ¡PERDÓNALES PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN!” (San Lucas 23:34).
¡Cuánta sabiduría encierra esta actitud DE PERDONAR A TODOS Y TODO EL MAL POR INCALIFICABLE QUE SEA! PADRE SANTÍSIMO: ESTE “DON DIVINO” ES EL QUE MÁS NOS ASEMEJA A TI Y A TU HIJO AMADO!
Este don magnífico nos confiere la abundancia de la gracia, de la fortaleza, de la sabiduría y del amor. El amor es la fuerza omnipotente que nos hace ser más semejantes a Cristo nuestro Divino Salvador, nos hace aceptos ante tu presencia santísima y nos hace tener el gozo indescriptible de la llenura del Espíritu Santo.
Perdonar es tener la dicha de ser SERES HUMANOS REVESTIDOS DE LA GRACIA DIVINA que nos convierte en SERES LLAMADOS AL ÉXITO AQUÍ EN LA TIERRA Y EN LA MISMA ETERNIDAD BENDITA
Perdonando desde el climax del sufrimiento es como el mismo Espíritu Santo nos fortalece y nos hace más fuertes que el mismo acero, nos concede que nuestro aliento y nuestro ánimo sea renovado y los mismos ángeles se acerquen a consolarnos.
Padre Santísimo: el haber madrugado en Tu presencia nos trae sabiduría, gozo, esperanza y fortaleza. ¡Muchas gracias por este don de permitirnos importunarte a estas horas, pero lo hacemos con mucho entusiasmo, ya que en ti encontramos lo mejor de la vida.
Sabemos que tú nunca duermes, tal como lo expresa el Espíritu Santo, al decirnos: “Jamás duerme ni se adormece el que cuida de Israel.” (Salmo 121:4). Padre Santísimo: ¡Bendito seas! Amén. P. Cosme Andrade Sánchez+