Cara real de las próximas gobernanzas.
Por: Alberto Woolrich Ortíz.
Entre algunos hombres y mujeres con inclinación a la política y sin importar a qué partido pertenezcan o a qué ideología tiendan, existe un denominador común que es para ellos de difícil resistencia, ese calificativo es la proclividad a la corrupción. Ello denota su poca convicción y su nula valía y dignidad. Todo eso lo niegan para intentar persuadir a los votantes de su idoneidad para gobernar. En campañas electorales y con voz de impostura los vemos con las miradas dirigidas al infinito, ego prominente (igual que sus promesas), gesto engreído que conceden al pueblo la gracia y honor de su presencia para demostrar su buena templanza para obtener el voto. Corruptio optima pessima.
En estos tiempos electorales, todos los políticos coinciden en ser los mejores, los non plus ultra, mantienen sus cabezas inalterablemente erguidas, esto es un paradigma para poder ocultar su condición de corruptos. En sus y con sus arengas políticas son conocidos como “orgullo de los partidos que los postulan”. Siempre se hacen acompañar en esos mítines con sus acarreados y pagados, los cuales son llevados para aplaudir y gritar sin cesar los vivas por las ocurrencias que escuchan, aunque existan entre esos aplaudidores algunos pocos que no les haga gracia escuchar esas ingenuidades.
Algunas palabras y acciones de esas y esos figurines de la democracia tienden a pretender sobresalir en ese infinito mundo de promesas para esos millones de votantes en nuestro País. Sólo en México existen más políticos corruptos y enriquecidos que en otras Naciones.
La profesión de los políticos es refugio de muchos hombres y mujeres sin amor a México, todos pretenden gobernar para enriquecerse, ambicionan obtener el voto para sacar a relucir sus actividades de gestión o de tráfico de influencias con las que obtendrán impunidad. Dado el gran número de figurines que intentan llegar a gobernar por la ausencia de requisitos serios para encontrar a los idóneos para ello, México no se encuentra en aptitud de seleccionar a los mejores para que nos gobiernen, todos los que se postulan quieren tener acceso a los caudales económicos de nuestra Nación, es por ello que esa profesión constituye una gran salida para la mediocridad y para obtener riquezas mal habidas.
Pero la verdad –y hay que reconocerlo— es que en México a esos indignos políticos se les premia con la impunidad. Para muestra sólo basta un botón: el narco-político impune.
Es cuánto.