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Oda a la paciencia

Oda a la paciencia

Oda a la paciencia

La agilidad se posicionó como una característica fundamental de resiliencia. Incluso, en el ámbito corporativo, se popularizó el adagio de “las especies más aptas son las que se adaptan más rápido a los cambios”.

Pero la carrera contra el tiempo, paradigma de subsistencia y vigencia, reforzó el pernicioso cortoplacismo, la inmediatez sobre resultados sostenibles que van más allá de los informes de resultados trimestrales, las inversiones que buscan maximizar resultados inmediatos, el éxito como fruto de acciones instantáneas.

Si bien grandes irrupciones, como la pandemia mundial de Covid-19, impusieron la agilidad de operaciones y los organigramas horizontales para responder a las crisis, generaron una narrativa mítica de crear grandes transformaciones “de un día para el otro”. Tal visión va en detrimento de la planeación estratégica e incluso la meritocracia y el sistema de servicio profesional de carrera.

Es decir, la velocidad impide la formación de trabas operativas y de gestión en las empresas, pero puede obstaculizar la formación de valores, prácticas y políticas que busquen resultados perdurables en la corporación.

La inmediatez está enlazada a la agilidad, pero también puede ser superficial y establecer barreras en la empresa.

Algunos efectos nocivos del cortoplacismo son una interpretación estrecha del interés de las empresas y de los deberes de los consejeros, presiones de los inversores con un horizonte corto, fallo de las empresas a la hora de identificar y gestionar los riesgos relevantes para la sostenibilidad y sus efectos.

También la premura puede incidir en sistemas de remuneración que incentivan el beneficio a corto más que la creación de valor a largo plazo, imponer una composición del consejo demasiado sesgada hacia la manera antigua de ver los problemas y sus deberes o crear sistemas y prácticas de gobernanza que no destacan suficientemente los intereses a largo plazo de los stakeholders.

Incluso, se prevé una limitada atención al deber de los consejeros de actuar en el interés de la empresa a largo plazo.

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En suma: la apuesta a la instantaneidad puede incidir en compañías que responden al día adís pero no crean valor a largo plazo y carecen de herramientas para campear en el futuro. Se vuelven reactivas mientras su capacidad de proactividad se minimiza.

En si, la mejora del desempeño no depende de soluciones rápidas sino de estrategias consistentes y comprometidas para el crecimiento.  Se documenta que las organizaciones pasan de buenas a excelentes si se apegan a principios fundamentales, como definir un propósito , establecer comportamientos para lograr su visión estratégica y utilizar la tecnología para aumentar las capacidades humanas. Pero el proceso lleva tiempo y la excelencia operativa no es algo que los líderes puedan preparar a tiempo para el próximo informe trimestral.

La paciencia es un don olvidado en acciones cruciales como la negociación. Olvidamos meditar y paladear cada paso de los procesos, damos carpetazo a un minucioso proceso para responder por impulso. La velocidad es crucial, pero el crecimiento personal y corporativo requiere planeación y reflexionar. Las grandes empresas se crean de manera paulatina y certera.


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