Los guías turísticos
Historia pura, en boca de los guías turísticos. Camelot.
Los guías turísticos, en ciudades modernas donde llegan visitantes al por mayor, son una necesidad primaria. Aquí donde Yo Mero vivo los hay y bien preparados, uno de ellos es Julio Zacateco, con quien me saludo cada que lo veo caminar con numeroso grupo de turistas, que vienen de lugares diferentes. Julio es Xingón, según lenguaje de la Xóchitl. Hace poco, cuando se inauguraba la remodelación del parque la Concordia, se me acercó el profesor Rodolfo Carrillo Quiróz, que también ejerce de guía de turistas en Orizaba. Son gente muy preparada. Yo he visto alguna vez, cuando he andado de pata de perro, algunos de ellos haciendo su trabajo. Cierta vez en Buenos Aires, al ir por la Casa Rosada, y escuchar a la guía hablando de Eva Perón, la oí y le mencioné el nombre del doctor Pedro Ara, la guía volteó a verme cómo diciendo, de dónde salió este tipo con acento mexicano cuenqueño. Se extrañó porque no muchos saben que el doctor Pedro Ara, un español y gran embalsamador de tanatopraxia (conservación de cadáveres), fue quien estuvo trabajando con el cadáver de la gran Eva Perón y lo llamaron para embalsamarla, pues la Dictadura Militar estaba en manos de ese cuerpo y no sabían qué hacer con el mismo. Por ese trabajo cobró 100 mil dólares de aquel tiempo. Yo lo sabía, no porque fuera muy leído e instruido, como dicen en la Cuenca, sino porque acababa de leer el libro del gran escritor argentino, Tomás Eloy Martínez, gran periodista fallecido. Hay libros de esas historias, donde el cadáver de Eva Perón permaneció escondido por 20 años, porque todos le temían al culto a su personalidad. Se habló en algún libro de que el cuerpo de ella fue violado por un soldado que la custodiaba muerta. Años después regresó a su tierra a darle cristiana sepultura y, una vez que por allí anduve visité su tumba en el panteón de la Recoleta, donde sus descamisados no dejan de llevarle flores, tumba pequeña, sin lujos, pero donde la veneran con el canto de ‘No llores por mí, Argentina’.
EL OTRO GUIA
Hubo otro guía, cuando andaba con mi amigo que no es rico, José Luis, por Madrid en el Palacio del Rey, y veíamos cosas impresionantes, a ese le dije hay una mesa similar en Orizaba y solo me vio con cara presidencial de madrear a sus oponentes. Y el que alguna vez si rebatió conmigo (yo mero debo ser el pesado, porque ellos hacen su chamba), fue con un guía en El Monasterio del Escorial, también acababa de leer un libro donde allí los sepultan y antes de que pasen a la capilla real, más abajo, los meten a un lugar llamado ‘el pudridero’, para que allí terminen de descomponerse los cuerpos y a los años ya los bajan al sepulcro donde algunos reinaron y otros no, como el abuelo de este rey español. El guía me vio con cara de lo cuenta usted o lo cuento yo, entonces me callé, cuando contaba a Chicharito y Maraya, mis nietos, eso del pudridero. Voy a Wikipedia (Se conoce desde hace siglos como el Pudridero Real: las paredes son de piedra, el suelo de granito y el techo abovedado, 16 metros cuadrados por donde han pasado los restos mortales de la mayoría de los soberanos después de Felipe IV y donde todavía se encuentran los restos de los dos últimos Borbones fallecidos)
LOS NIÑOS DE LA ANTIGUA
Y si alguna vez ustedes pasan por La Antigua, camino a Cardel y Xalapa o Veracruz, den una desviada y conozcan la historia de la Antigua, por donde entró la Conquista y Hernán Cortés amarró sus naves a un árbol de ceiba que aún lo conservan. Hay unos niños guías, cambujos chistosos que cuentan la historia muy bien, pero no los interrumpas porque se les va el avión y luego tienen que comenzar de nuevo, como desde el principio. Los contraté una vez y les invite un cocktail de camarones y su paga, porque allí hay buenos restaurantes para visitar y hay un puente colgante bello, que cruza ese impresionante rio de La Antigua, igual su capilla del Rosario, que guarda 500 años de historia, porque aquellos conquistadores llegaron tumbando caña y lo primero que hicieron fue capillas e iglesias y pusieron a rezar a los indígenas, que llegaban con su Cristo clavado en la Cruz y los indios decían: Desconfía de ellos, mira como traen a su Dios.