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¿Qué es la felicidad?

¿Qué es la felicidad?

¿Qué es la felicidad?

Cuando quieres salirte del trillado tema de siempre hablar de las corcholatas o de Xóchitl o Claudia o los morenos que en Veracruz andan en campaña, unos con guaruras del gobierno, como si fueran Nicolás Maduro, y no quieres hablar de la Cumbre de Palenque, donde hubo algunas críticas porque llegaron los dictadores de Cuba y Venezuela y eso debe dar urticaria. Cuando no quieres mencionar las jaladas de Dante con el carnal Marcelo, ni ver los berrinches del niño naranja, cuando quiere su chupón, perdón, quiere su permiso para que, el Congreso de NL, le dé el visto bueno y el banderazo como salida del Checo Pérez en la Formula Uno que ahora será en México lindo y qué herido. Cuando uno quiere despegarse de lo horrible de ver los noticieros, cuando como el de anoche 11 policías y dos jefes de seguridad fueron fusilados por la delincuencia organizada, como cuando mi general Villa agarraba a los rivales y los ponía contra el muro y el criminal Rodolfo Fierro los ejecutaba, esas escenas son peores que ver los bombardeos de la Franja de Gaza. Lo peor de todo es que ya nos estamos acostumbrando a ello, a ver decapitados, desmembrados, gente tirada, encostalados y ahora puestos en una pared para fusilarlos y darles el tiro de gracia. Cuando uno no quiere eso, pues se toma un tema como hablar de la felicidad. ¿Qué es la felicidad?, el cantante Felipe Gil diría que es una forma de navegar, por esa vida que es la mar, un tema legendario de la OTI.

ESA FELICIDAD

Pablo Neruda llegó a escribir en su oda al día feliz: “Esta vez dejadme ser feliz, nada ha pasado a nadie, no estoy en parte alguna, sucede solamente que soy feliz por los cuatro costados del corazón, andando, durmiendo o escribiendo. Qué voy a hacerle, soy feliz”. La felicidad es nunca ver a un doctor, porque al verlos, aunque sean muy buenos y acertados, uno ya anda en la quinta pregunta, como es mi caso cuando me atacó un canijo vértigo que no me ha dejado, con todo y que hago mis ejercicios posturales y tomo mi medicamento. He visto a diez doctores, cuatro sanadores, dos talladores de cuerpo y un brujo de Catemaco y sigo ahí pasándola, un día viene y otro día se va, como cuando las novias se alejaban de uno en la juventud. Amor perdido, si como dicen, es cierto que vives dichosa sin mí. Pasó el Día del Médico y no pude felicitar a todos ellos, que alguna vez me han visto. Y tengo un cuñado, el doctor Manuel Lila de Arce, que alcanzó el más alto grado médico cuando fue secretario de Salud del gobierno de Fidel Herrera Beltrán, y entregó su sabiduría cuenqueña, al ser orgullo del barrio 2 de abril de Tierra Blanca, a la salud de los paisanos veracruzanos. A él le mandé un saludo de felicitación. Groucho Marx se reía mucho de la vida y de los médicos, como cuando llega un gordito a ver a un doctor y este le pregunta, ¿Qué padezco, doctor? Padeces madanito, respondió al paciente gordito. Chiste muy mamila. Otra vez, cuenta Groucho que el médico osó decirle: “O usted se ha muerto o mi reloj se ha parado”, cuando lo habrá visto muy jodido. De la felicidad podría uno hablar por días y horas. Borges es muy conocido por aquel poema, El remordimiento: “He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados. Mis padres me engendraron para el juego arriesgado y hermoso de la vida, para la tierra, el agua, el aire, el fuego. Los defraudé. No fui feliz”. Y cómo de la felicidad podríamos llenar unas cuatro cuartillas, pero es mañana que hay que caminarle un poco más, como dice la canción cantinera, ya con esta me despido, voy a trotar un poco, a caminar si puedo mis dos o cuatro kilómetros que los médicos me han sugerido, hacer las practicas posturales del vértigo y ser feliz, esta mañana orizabeña cuando llega una brisa de frente frio y entre las montañas, a veces la neblina y otras la lluvia llamada chipi chií, ahí voy a seguir siendo feliz, porque la felicidad es una forma de navegar, por esa vida que es la mar, cantaría aquel Felipe Gil, hoy cambiado de nombre y sexo, pero es feliz a su manera. O como diría Manrue: “¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu”. Eso.

Por Gilberto Haaz Diez

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