México abre las urnas a la justicia: una apuesta por democratizar el Poder Judicial entre escepticismo y esperanza

El próximo 1 de junio, México celebrará una elección que podría marcar un punto de inflexión histórico: por primera vez, los ciudadanos tendrán la facultad de decidir, mediante voto directo, quiénes integrarán buena parte del Poder Judicial, incluyendo la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Sin embargo, este ejercicio inédito, que promete abrir la justicia al escrutinio democrático, llega envuelto en tensiones, dudas sobre la independencia judicial y el fantasma del abstencionismo.
La elección, derivada de una reforma constitucional promovida por el Ejecutivo federal y aprobada en septiembre de 2024, ha sido presentada como una herramienta para erradicar la corrupción judicial desde la raíz y devolverle al pueblo el poder de decisión sobre los jueces. No obstante, especialistas advierten que esta apertura puede tener efectos contraproducentes si no se garantiza la imparcialidad de los procesos.
“La justicia no puede ser rehén de mayorías electorales ni de campañas ideológicas. Votar jueces sin información suficiente puede debilitar en lugar de fortalecer al sistema”, advierte María Marván Laborde, exconsejera electoral y académica del CIDE.
Del anonimato a las boletas
Entre los 2,681 cargos en juego —881 de carácter federal y 1,800 en 17 estados— destaca la elección de nueve ministros y ministras de la SCJN, pieza clave del equilibrio de poderes. Nunca antes se había sometido al escrutinio popular la cúpula judicial del país, lo que plantea una tensión inédita entre la legitimidad democrática y la técnica jurídica.
Para muchos votantes, el desafío será elegir entre miles de nombres desconocidos. Aunque las campañas están limitadas por ley, redes sociales como TikTok y YouTube se han convertido en trincheras clave para los aspirantes, muchos de los cuales improvisan bailes, cápsulas explicativas o mensajes emocionales para ganar notoriedad.
¿Justicia o política?
Lo que en teoría debía ser una contienda técnica ha adquirido tintes políticos. Más de 1,300 aspirantes han hecho suya la narrativa de la “Cuarta Transformación”, lo que ha encendido alertas sobre la posible subordinación del Poder Judicial a una lógica partidista.
“Que los jueces sean elegidos por voto no garantiza imparcialidad. Al contrario, si los electores se guían por lealtades políticas, podríamos tener jueces populares, pero no necesariamente justos ni independientes”, señala el constitucionalista Miguel Carbonell.
Además, la sociedad civil ha documentado casos preocupantes: al menos 20 candidatos tienen presuntos vínculos con el crimen organizado, un dato que oscurece aún más el panorama.
Una participación incierta
Pese al tamaño del reto, el entusiasmo ciudadano no parece estar a la altura. El INE prevé de acuerdo a las últimas declaraciones de su Consejera Presidenta del INE, Guadalupe Taddei, que solo entre el 13% y el 20% del padrón electoral —compuesto por más de 99.7 millones de personas— acuda a las urnas. De confirmarse estos números, la legitimidad de los nuevos jueces podría quedar en entredicho.
México abre las urnas a la justicia: una apuesta por democratizar el Poder Judicial entre escepticismo y esperanza
“Elegir sin participación es una contradicción. Si solo votan unos cuantos, será difícil sostener que el sistema ganó en representatividad”, señala la politóloga Denise Dresser.
Los perfiles en disputa
Entre los nombres que más suenan para integrar la nueva Corte están figuras ya conocidas por su cercanía con el poder, como Yasmín Esquivel Mossa y Lenia Batres, así como perfiles técnicos como Paula García Villegas o César Gutiérrez Priego. En el nuevo Tribunal de Disciplina Judicial, los reflectores apuntan a Rufino León Tovar, Bernardo Bátiz y Celia Maya, todos con trayectoria en la administración pública y el ámbito jurídico.
¿Un nuevo equilibrio de poderes?
Más allá del acto electoral, lo que está en juego es el modelo de justicia que regirá a México durante la próxima década. ¿Será más accesible y transparente? ¿O caerá en la politización y el descrédito?
El domingo 1 de junio, México no solo votará por jueces: votará por el tipo de democracia que desea construir.