Oración para sanar y limpiar el alma, ¡oremos al señor!
Te compartimos una oración que te ayudará en esos días malos para sanar y limpiar el alma
ORACIÓN:
“JESÚS: MAESTRO: ¡TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!”
¡OREMOS AL SEÑOR! ¡SEÑOR, TEN PIEDAD!
¡Bendito, alabado y adorado seas en este domingo, Padre Santísimo!
¡Qué hermoso despertar de nuestras almas! ¡Qué alegría nos causa Tu Divina Palabra en este domingo en el que estamos meditando en la limpieza profunda de nuestro corazón para verla reflejada en nuestra forma de ser, de hablar y de obrar! Este pasaje de los 9 leprosos, que solo se conformaron por ver desaparecida su lepra exterior, su lepra de la carne, pero no agradecieron a Tu Amado Hijo, su gran benefactor, quien esperaba que regresaran para agradecerle, para reconocerle, para postrarse ante Él y así obtuvieran su salud integral. Aquí vemos muy claro la ingratitud de nuestra humanidad reflejada en los 9 judíos.
Queda en claro que mejor quienes vivían en sombras de muerte, ¡una luz les resplandeció! La ingratitud de los hijos queda bien señalada por el Apóstol, cuando exclama: “Vino a los Suyos y ¡los Suyos no le recibieron!”
La historia se vuelve a repetir hoy en nuestros días en las Iglesias, porque el 99 % solo viene porque está necesitada de SU MILAGRO, DE SU SALUD, DE SUS FINANZAS, DE SALIR DE SUS ENREDOS Y DE SUS PROBLEMAS. Padre Santísimo: gran parte de los cristianos solo quieren ver sana su apariencia externa.
Por eso vemos que LA INGRATITUD PREVALECE Y QUE LOS INGRATOS NO QUIEREN REGRESAR CON JESÚS, SU SALVADOR, PORQUE PREFIEREN, AMAN Y APRECIAN SU LEPRA INTERIOR. AMAN EL CONVIVIR CON SU DESORDEN EXISTENCIAL.
Cuando se regresa a Cristo con actitud de gratitud se obedece la inspiración del Espíritu Santo: “Dichoso es quien no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los burladores, sino que en la Ley del Señor se deleita y día y noche medita en ella.” (Salmo 1:1-2). La gratitud nos debe mover a ser agradecidos con quien nos ha dado la salud, con quien nos ha dado ese toque sanador, para que cayendo postrados ante Él, le reconozcamos y le confesemos como NUESTRO DIOS Y SEÑOR. Para que escuchemos Sus Palabras vivificantes y alentadoras: “Hijo: ¡Levántate y vete! ¡Tu fe te ha ¡salvado!” ¡Esa es la salvación integral! A ella debemos aspirar y suspirar, porque la lepra del alma es peor que la del cuerpo. La lepra interior deviene en enfermedades peores y mortales.
Cada vez que entonamos LA GRAN ALABANZA DOMINICAL, exclamamos: “Yo Te digo: ¡Señor! ¡Sana mi alma, porque he pecado contra Ti!” Esa es la salvación interior que hace que nuestra esencia, nuestro YO VERDADERO SANE y esa salud interior se refleje en todo nuestro ser. ¡Hagamos que nuestros labios solo hablen palabras de salud, de abundancia, de poder, de gracia, de perdón, de gloria, de honor, de orden, de sabiduría, de regocijo y de vida! ¡Dejemos de pensar, de hablar, de actuar, de mirar, de envidiar, de odiar, de maldecir, de ser ingratos, de ser mal hablados, de ser indecentes, de ser desleales, de ser hipócritas, de ser necios y de tener amigos que aman la maldad, la injusticia y la falsedad!
Padre Santísimo: la actitud del samaritano es la que nos conmueve y la vamos a implementar en nuestra vida diaria, porque es nuestro cabal deseo sanar nuestro interior y nuestro porte exterior, dejando atrás ese pasado que tanto pesa en nosotros y nos impide ver Tu mano bondadosa; nos impide oír Tus Palabras de Vida, de aliento, de salvación y de liberación que nos reconfortan, nos edifican, nos mueven a vivir, a gozar y a respirar la paz que de Ti procede.
Padre Santísimo: ¡Muchas gracias porque de Tu hijo Amado recibimos la sanidad y la salud integral! ¡No nos contentamos con estar sanos físicamente, también queremos la salud interior! Amén.
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